Gris

Una mañana el amarillo tornó en gris. Al principio anduvo de mal humor. Luego se fue acostumbrando. Discreto capturaba peces y piedrecillas brillantes. Luego se dedicó a la pesca de palabras. El amarillo había sido  brillante, luminoso, pero ajado por el tiempo fue perdiendo esplendor. Soñó una vez con sus alas poderosas aunque le saltaba el ojo en pleno sueño. Y volando se quedó dormido emburullado en las palabras hilvanadas.
Cuando despertó -al fin- se encontró el gris y se dispuso a sacarle brillo. Todas las tardes con un trapo de algodón lustraba la piel. Qué gris, qué brillo. Parecido al metálico, menos oscuro que el grafíto.

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