Condena

Me condenaron a vida. Toga, cuchillo y birrete. Para ver si así escapaba de la muerte. Inanición figuraba entre las artes, aparte de  nostalgia y desvarío. Y agarré valor.  Me dije: otro curso hubiera sido mi vida si la condena hubiese sido a muerte. Entonces sí, el amor y los libros, para que fuera de a poquito, como ese beso aquel nuestro, el primero. Y encima de todo. Uno, nuestro. Entre la vida y la muerte, me dejaron vida, condenado, para ver si así aprendo al fin de no saber casi nada. Y me zambullí en el río, para escapar de la condena - el Bravo-y apenas acaso un suspiro y el agua hasta los pulmones, es vida, decían por televisión. Y empecé a mal vivir, comiendo frutas y chocolate, ah, y aquella manzana, que al fin estaba cubierta con caramelo de fresa. Y condenado así y todo, a punto de ponerme a llorar, me encontré con las palabras granuladas de arena, que me hacen reconciliar este mundo y el otro, norte sur, bienvenido. Atenido a la condena aquí ando fantasmal a ver si ahora sí, por si acaso.

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