El mar no toma imortancia a su color; el ave nada sabe de su canto; y la gacela tampoco  de su velocidad. Las creaturas existen, sólo eso. Como ellos el hombre nada sabe. Escudriña desde los griegos en los misterios del cosmos y de su interior. Y sus conclusiones siguen un laberinto de pensamiento e ideas donde nada se concluye, donde nada se construye. Por eso ven a la banca del parque, miremos la dama que saca a pasear a su perrito, miremos el sol que se oculta; los viejos que caminan; las lágrimas del sauce. Nada es para siempre, sólo el amor eterno que dura un buen tiempo, aunque dicen por allí los de la trova que el amor eterno dura bien poco.

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