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Mostrando entradas de julio, 2010

Tren de sueños

Soñé un tren de libertad. Todo sonrisas los viajeros por necesidad. Ropa y mirada sencilla. Sobre los  durmientes el tren se desliza suave, sereno. Entre la verde campiña y el dorado sol emerge de pronto desde la curva para anunciar el rumbo nuevo de decenas de hombres y mujeres jóvenes que huyen de la miseria. En su mirada está el pasado de marginación y el futuro que anhelan con comida y agua limpia, algo de letras para sus hijos. Abajo los espera la redada. Soldados de pueblo, hombres de pueblo dentro del traje verde oliva; policías de azul, también del humillado pueblo. Agentes de migración como cabezas de autoridad. Una cruz roja. Dos camiones. Un vigilante cómplice de los Derechos Humanos. Al verlos, los trashumantes trasterrados en busca de El Dorado se lanzan al monte y son perseguidos como fieras rabiosas, criminales. Algunos son cazados. Lo volverán a intentar, dicen en lo bajito. Otros, escondidos, esperarán  la oscuridad para continuar en pasos como tanteos de ci...

La cola

Es hasta pena que tiene uno, por las interpretaciones. Pero la cola es la cola. A nadie se lo desea uno. Es una cola grande. Todo terrenal tiene, nada de espiritual. Y estrés provoca. Entonces uno, circunspecto, indiferente, espera paciente con la lectura de un libro. La cola va siendo menos. Y luego de dos horas va al recuerdo. Para eso ayuda el libro

Fantasmas sumisos y muerte

Los perros  fantasmas, grabados en nosotros, acurrucados en la parte abisal del silencio, en la oscuridad de la sinrazón, plenos, mostrando los dientes, pretenden aferrarse a nuestro cuello, cerradas las mandíbulas como torniquete afilado. En ese momento, decir con palabras ásperas y rijosas: ¡abracadabra, a chingar su madre la vía láctea!. Y vendrá la calma, el sosiego, la tranquilidad. Recordad que pesa más la milenaria tradición del miedo adquirido, que la razón escudriñada en las partes luminosas de la mente. En el fondo somo polvo sinuoso que contiene atavismos endulcoradas por la cultura de la horda moderna. La muerte me sople palabras sensuales al oído, y yo saque a bailar a la sumisa. Mi vida no viene garantizada. Por eso  le echo un cinco a la rocola. Y a levantar polvo.

El caracol

El caracol guarda el sonido del mar, murmullo del origen de la vida. Milenario sonido donde va la comunicación entre especies y la clave para salir sonriendo del agua al aire y buscar el regreso a pesar de todo. Es enigma la forma como  guarda la trama de las especies en códigos de sonido, en claves encriptadas, para ser descifradas en algún lugar, en algún tiempo, por otros seres que no somos nosotros en la curiosidad, en el afán de la búsqueda, esa filosofía de locos que nos viene desde los griegos. Oigo en el caracol risas de sirenas fatuas y murmullos de olas, desde el mar

Apenas nada

I.- Uno mismo es nada; apenas polvo en movimiento. No hoy, pero un día cualquiera, de alguna forma, en algún modo diremos adiós a la vida. Partiremos en silencio. Mientras tanto a dedicarle tiempo a los afanes del día. A los pasos y sonrisas. A las palabras. II.- K: Tuvimos un accidente,chocamos con un trailer, yo salí disparado como Supermán, volando, pero me enseñaron que cuando hay un acidente uno debe gritar:  Auxilio!.   Mi hermanito estaba como un muñequito de trapo dentro de la camioneta. M: Hakim se fue al cielo, murió. K: Si, el quería morirse y se murió. M: Yo no quiero morirme K: Ni yo tampoco. Sólo se fue el cuerpo y su espirítu salió.  . 

La casa

Tiene al frente una barda, y de este lado hay luz. Los libros van conmigo en las palabras y el juego que se logra entre vocales y consonantes. En mi corazón va la guitarra y en mi sonrisa la esperanza por la vida. El sombrero del abuelo es el que me falta comprar para que sea el mío el que recuerde alguien por si acaso. Un arcoiris lanza sus luces de colores como mensaje para tomar asiento en la primera fila. Todos cantan en la casa versos de viejos juglares juguetones y afinados.

La casa

Toda sonrisas, con perfume de gardenias y abetos; los cuadros de los amigos; los libros que fueron llegando; nubes de algodón y canto de pájaros. La casa es  donde reposan los sueños, donde me visita mi madre. Escribo apuntes que nadie entiende, guardo los reloj de arena y los llaveros, guardo el sombrero de un abuelo y los cuentos con los que fui arrullado desde niño. Canta un gallo, me despierta, inicia el día. Buenos días, señor sol.