Tren de sueños

Soñé un tren de libertad. Todo sonrisas los viajeros por necesidad. Ropa y mirada sencilla. Sobre los  durmientes el tren se desliza suave, sereno. Entre la verde campiña y el dorado sol emerge de pronto desde la curva para anunciar el rumbo nuevo de decenas de hombres y mujeres jóvenes que huyen de la miseria. En su mirada está el pasado de marginación y el futuro que anhelan con comida y agua limpia, algo de letras para sus hijos.
Abajo los espera la redada. Soldados de pueblo, hombres de pueblo dentro del traje verde oliva; policías de azul, también del humillado pueblo. Agentes de migración como cabezas de autoridad. Una cruz roja. Dos camiones. Un vigilante cómplice de los Derechos Humanos.
Al verlos, los trashumantes trasterrados en busca de El Dorado se lanzan al monte y son perseguidos como fieras rabiosas, criminales. Algunos son cazados. Lo volverán a intentar, dicen en lo bajito. Otros, escondidos, esperarán  la oscuridad para continuar en pasos como tanteos de ciego.
Los sueños son rotos a golpe de martillo

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