Discurso sobre la nada

Me acomode un libro en la frente y huí de mi. Vislumbre que las reflexiones me llevaban a mi mismo y salí corriendo. Mariposas en mi estómago. Pececillos en las venas, como el adolescente de siempre, viejo ya para los cerros verdes o amarillentos por lo seco.
Tumba mi ego. El extraño que me habita y recrimina el hacer oídos sordos. Mal dada la noche y el día. Mal el efecto camaleón. Y la sonrisa de mueca. He oído hasta el cansancio los murmullos y las plegarias. He mirado bien visto a parejas que se repelen y atraen como mandamiento primitivo. Hago un discurso sobre la nada y fluyen las palabras. Señores y señoras, es hora de pasar revista al pasado que nos ignomina.  A ver si es el caso, dejad que dominen las mariposas negras que habitan cementerios y salen a dar anuncios sobre el fin del mundo. No lo se de cierto cuando pido un sueño a veces en la dulce muerte, para que me siga dando vida.Dejadme  dormir el sueño de los justos y los santos, a ver si así. Correspondencia a Madrid. Boleto de avión sin retorno. Voy y vengo a la nada. Apenas vida. Apenas sol. Coma frutas. Suena mal, pero se entiende. Como a veces nuestros matemáticos cuando nos imparten clase, léase y borréce. Apenas la función empieza. Miro con atención dos puertas semejants con los letreros a una: entrada y salida.

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