Ni puerta para tocar

Ni puerta para tocar. Ni ventanas para asomarse al día. Todo pasa apresurado. Como en tren te asomas por la rendija de la memoria y miras cómo pasan las imágenes de los pueblos. En la estación miles quieren subir a ese expresso de la noche que surca la geografía. Moros y cristianos tratan de subir pero va lleno. Mientras silvas una canción desonocida tratas de cerrar los ojos. Las cuencas están vacías. Y no, no es el olvido.

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