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Mostrando entradas de noviembre, 2011

De marcianos

Mi sueño fue en baratas. Tiendas inicuas de baratijas. Mercancías de segunda o tercera mano: ropa, discos, libros, máquinas de escribir y autos. Yo recorría esas tiendas con afán de encontrar cartas afines, recados en las bolsas de las camisas, monedas extranjeras. Nunca vi sonrisas, alegría de la gente en los recorridos. Nunca escuché palabras de aliciente intención. En la entrada decía: los marcianos no han llegado aún.

A diario

Máquinas para expender palabras con opciones de salmos y poemas. Para expender aprecios con días de oferta por si acaso es necesario. Para expedir constancias de conducta y amistad. Máquinas para la risa. Para los abrazos. Para los sueños. Las nubes. Yo camino y siento mis huesos y músculos. No me resigno a lo moderno. Un buen día hasta tendrán máquinas para vivir nuestras vidas. Para entregarnos la muerte. Un buen día las máquinas determinarán nuestro destino. Y nadaremos entre cables y diagramas.

Usura

Usura es matar al campo y  rellenar lagunas. Es oír lamentos por el hijo o padre que emigra desnudo hacia el desierto del norte. Es contar los pasos y mirar los hoyos en el zapato. Es querer estar presos sin delito en cárceles para asegurar comida. Es pensar en los gastos de ataúd para enterrar a la abuela. Es querer qe muera el padre para ocupar su ropa y casa. Es cocinar sin aceite y sin comida, apenas hierbas malabares. Es mirar al hijo abatido sin sueños ni sonrisas por el presente que le agobia. Usura es el cáncer donde quieres sacar céntimos por la venta de  riñones. Es vender los libros por kilos y las monedas en gramos. Recorrí tramos en buses y ferrocarriles y miré tristeza en los ojos de los niños. Anduve en caminos de polvo, recorrí parques y vecindarios. Sed y hambre de sonrisas. Rostros escurridos como cera derretida. Los perros vendedores ceñían corona de diamantes y tenían conciencia que los libros fueron combustible  rupestre de caverna.

Diario

La vida y la muerte dialogan sin prisa y sin pausa. Con una prosa oral irreprochable e intercambios de silencios. Amigas desde siempre, siamesas imperturbables. Sin envidia ni coraje, compañeras de viaje, indisolubles. Los juegos de una los complementa la otra. El vicio de vivir lo controla la muerte y viceversa. Volteretas y piruetas en el aire. Teléfono descompuesto. Los juegos que se juegan y que inventan a lo largo de su historia. Cantos de vida y muerte. Los dos rostros de la moneda son los mismos de la existencia.

Estoy donde estás

Allí, donde estás, estoy, rinoceronte o conejo. En el lugar de todos, en donde se sientan plácidos los ornitorrincos. Animales en vías de extinción, como los búfalos, bisontes y el amor. Por eso busco alimento de perlas o pétalos y música de mar. Salto o brinco y sigo en el mismo lugar, allí, donde ronda el hormigueo de tu piel. Estoy donde me esperas y a donde vas, en tu camino donde el taconeo que indican tus pasos te lleva. Estoy donde tu pensamiento surca la distancia. Donde tu oído escucha las canciones de amor que yo pongo en la radio o en el tocadiscos. Estoy donde el viento acerca el aroma de las flores y el tuyo propio de mujer que está grabado como tatuaje rupestre en donde florece mi yo. No huyas del lugar donde permanezco, que eres tú misma, y en ti.

No tardes

Por el pan salir por las tardes con la sonrisa de esperanza a ver si ahora sí cae la rutina. No lo sé. Que se puede decir si los árboles siguen donde mismo al igual que las macetas. Uno no anda con el diente de fuera a ver si encuentra otros dientes de fuera. Uno traga saliva por el recuerdo que martiriza. Duele. Y en efecto el pan forma parte del recuerdo de la infancia. El pan era el sueño de la tarde, la esperanza. Y fiesta con saltos como con resorte. El pan nuestro por ahora es el muerto para vivos. En un rincón está la pluma sin plumero y el gallo desplumado. Es el rincón donde se guarda el cofre del tesoro donde celoso guardo la amistad, el amor, la esperanza, los sueños.

Fieles

Fiel difunto camina por las calles y entra a la taberna de la esquina. Llora solitario. Canta alegre. No hay diferencias entre uno y otro; es el mismo. Una buena tarde de otoño o primavera, cesó. Algarabados y dolientes le rodearon. Lo envolvieron en papel periódico y lo incineraron. Al día siguiente  renació en un renacuajo que subió a la silla de ruedas y se fue a su trabajo rutinario. Al regresar por la tarde nadie le dijo nada. Sintieron que había sido un sueño. Él no recuerda nada. No necesita recordar. Es el mismo fiel difunto que sueña con la vida.

Aquí estuvo

Se fue sin merecerla, dice el loco apunte diario escrito por la vida. Era la tristeza o la muerte; era el afán de abarcarlo todo. De pronto cambió el escenario y era el cementerio, con cruces y arabescos, lápidas frías y pasto con rocío. Había epitafios sugerentes, simples, agudos y humorísticos. Hubo silencios que tejían adioses, lentamente. Como goteo de agua o ácido. Había flores secas antes suntuosas. No hubo canciones ni poemas en las criptas. No hubo palabras cálidas. Ni abrazos, saludos de mano, menos besos. Era noviembre. Eran calaveras, queda la música:  " Y morirme contigo si te matas  y matarme contigo si te mueres  porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren" .