Destierros

Desterré la ira, la envidia, el odio; veneno humano que ulcera el interior. Desde años ya, esa basura de las relaciones, dejé de lado. Y dejé de buscar ganar las discusiones. Huyo de quienes tienen tercos la razón sin tenerla. Y los miro patalear y encontrar mejores rimas de las ofuscaciones. Desterré -de mí- tarde esa forma de ser figura odiada, temida. No importa. Y vaya, antes, el orgullo de batirme en lógicas de conocimiento donde iban palabras duras, como espada o bala, hacia la frente del amigo vociferante. Mas sin embargo el yo vocifera más alto. Y así pasaban los años. Hasta que en un verdadero amanecer de luz me vi ante el espejo. Y vi orgullo, vanidad, en la calavera escurrida. Perdón a mí mismo me dije. E inicié otra ruta. Ahora tomo café y abro los brazos, y amo.

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