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Mostrando entradas de octubre, 2010

Cuando me vaya

Cuando me vaya seguirán floreciendo las rosas y geranios. Cuando me vaya el sol saldrá  de rutina y la luna seguirá embromando para los besos. En los cuadernos seguirán escribiéndose palabras de amor y el libro Epigramas, de Ernesto Cardenal, seguirá en su ruta de enamorar colibríes. Nada cambiará. Sólo yo estaré fuera  y el aire seguirá levantando polvo, moviendo las hojas secas de los árboles y levantando la falda a las muchachas. Yo seguiré mi ruta en el laberinto con la música por dentro. Ya polvo volveré en barro y palo. Si alguien me recuerda .

Agua

En marejada viene el agua, rauda, arrastrando todo a su paso. Corro despavorido como si viera al diablo. Y logro al fin pararme en parte alta desde donde miro apacible correr el agua. De tanto en tanto viene fuerte y luego calma. No hay escapatoria. Una vez u otra, habrá de arrastrarme en el destino de ahogado. Aclaro que sueño. Y en él suceden cosas absurdas, florecen los miedos, las fobias y las filias. El agua absurda, desbocada, corriente, me derriba. Yo le hago trampa y me despierto.

Día de muertos 2

Cuando llegue la muerte por mi, dejadla entrar hacia mi alcoba. La esperaba desde hace tiempo, desde el nacimiento. En el trayecto tantas veces se acercó  para hablarme al oído y tomarme de la mano. Una vez a los 18 años iba en camioneta montado en un montón de naranjas. Era en la carretera San Luis Potosí-México. De pronto aparece la muerte desde la curva, provocativa, coqueta, somnolienta. Yo abro los brazos, amoroso. El final estaba escribiéndose desde ese instante. Luego estuvo más cerca a los 37 cuando explotó el neumático, se rompieron los cristales. Me acarició el rostro y me besó, lo juro. Yo iba con un amigo que ansiaba la libertad del fin. La muerte se acerca a mi, coqueta, me tapa la nariz, juguetona, me acaba el aire. Y luego risueña me suelta. Yo disimulo. Hago como que no la veo, como que no viene por mi. Estoy preparado, casi listo.

Día de muertos

Escribo una carta para que la lleve el mensajero hacia mis muertos amados: el poeta de los versos de luz; mi madre acomoda mi uniforme a la orilla de la cabecera;  la religión disputa las ideas con los magos; un cantante dejó su primer disco junto al oído; un hombre o mujer de lucha sin ambiciones personales; el que cruza la linea divisoria en la frontera; el maestro que me enseñó a silbar y otros. En espera de respuesta comparto agua, pan y sal con los pájaros.

Guitarra

Figura de mujer plasma el ebanista. Notas para el cielo contenidas.  Va de canción a serenata. Hubo una vez un genio encerrado en la botella, que al salir encontró de frente a la guitarra. Con azoro nada dijo. Empezó a cantar un poema  de antes del diluvio. Anda por allí, errante, intentando cambiar el mundo con su canto.

Nada

La nada es  bosquejo de futuro, pequeñas y grandes cosas en la imaginación. Todo es también nada, entonces. Escudriño en las palabras y silencios. Camino por el bosque de balas y huele a miedo, las miradas lo dibujan, negación de luz. Escribir  es buscarse en los bolsillos el papel de una nota y saber que se perdió el croquis del tesoro escondido, del origen del arcoiris, del cofre de palabras. La nada es el prefacio de la novela del futuro. "¿Y que significa todo eso?" Despreciar la hoja y amar el árbol. Amar a Dios y soñar en fama. Amar a Dios y vestir de visón o armiño.

Soda

Era octubre del 79. Siglo pasado y mi primer año escolar como maestro de básico. Tenía sed y era el recreo. Mis primeros días en esa escuela Benito Juárez, ranchería El Alacrán, Jalpa de Méndez, Tabasco. Había jugado con el grupo: adivinanzas, esconde esconde, carreritas del encantado. Tenía sed y le dije a Vismark "tráeme una soda". Salió como un bólido el niño de siete años. ´Tardó casi nada. Con la lengua de fuera y contento me trajo mi soda. Eran galletas marca Soda. Seguí con sed. Y comprendí.

Castañas

Ríen. Yo mastico. Se llaman castañas. Doña Carmita había servido abundante bufett desayuno. Frijolitos, queso, huevo con chile, tamales, arroz con leche, plátano frito. Yo vi las castañs calientitas. Tomé una, luego otra, sabrosa. Tenía hambre. El ambiente de amistad: pláticas, sonrisas. Más insistentes las risas. "Quita, coño, la cáscara a las castañas", dice Jorge, maestro de primaria, compañero, anfitrión.

Me acuerdo

De la canela en el arroz con leche; de las esferas del árbol; la cáscara de la papa; las mil capas de a cebolla; el grafito del lápiz; la tinta de China; el obrero del barro en la muralla; el obrero que forja el metal para la campana; el ebanista que da forma con madera a los instrumentos de cuerda;  el libro de bocetos de novela; el diploma de participante; la carta jamás enviada; el último de la fila; el agua en la nube desafiante a la gravedad; las alas del colibrí que lo sostienen junto a la flor; el gesto adusto de un anciano en el albergue; el rostro sin la máscara; los zapatos blancos del payaso; los vidrios del faquir; el animal en el abrigo; la pólvora noble antes de impulsar la bala; el verso en el laberinto del cerebro; la poesía en la sangre.

Los 20 libros que torcieron mi vida

La biblia (El Cantar de los cantares, las lamentaciones de Job, proverbios, etc); Filosofía para principiantes, de Rius; Principios de filosofía, de George Politzer; Hambre, de Knut Hamsum; 20 poemas de amor y una canción desesperada; La broma, de Kundera; la biografia en tres tomos de León Trotsky, por Isaac Deutcher (El profeta armado, El profeta desarmado y el profeta desterrado); Los cuentos de El cuento, de Edmundo Valadez; El llano en llamas, de Juan Rulfo; El perfume, de Patrick Suskind; Escritos de un viejo indecente, de Charles Bukowski; Macario,de B. Traven; La feria, de Juan José Arreola; Metamorfosis y El Proceso, de Franz Kafka; Las cartas desde la Rue Taitbot, de William Saroyan; Lo demás es silencio y Obras completas y otras fábulas, de Augusto Monterroso; El cancionero, de Joan Manuel Serrat; Las venganza de Carlos Mango, de Francisco Rojas González; Crimen y castigo, de Fiodor Dostoyevski. Son 21 libros, porque es infaltable el de principios de Filosofía, de Politzer, ...

La llamada

El libro y la sonrisa como novelas siempre rosas. El agua fresca para calmar la sed. La moneda de tres caras al aire. Un reloj donde está inscrita la hora de la muerte. La cita de dos que coinciden en el beso y la palabra. Una película donde no hay final feliz y queremos verla de nuevo. La llamada de Dios donde dice lo que ha de hacerse y de guiño dicta textos y el número de la lotería premiado ayer.

Fotografía

Es el instante. Los rostros quedan fijos con la mirada sublimada al frente, donde la cámara atrapa el recuerdo de que una vez estuvimos aquí, donde ninguna parte. Ya no hay nadie donde estaban todos. Humo donde había polvo. Cuencas vacías donde una vez se atraparon maripposas y colibríes. Al instante sigue otro en el desfile interminable de tiempo. Al fondo se mira la luna de octubre. De otro octubre. Somos fotografía de sueños en movimiento.

Panorámica

Empleadas cantan  rumbo a las maquiladoras. Vendedores de elote asado calman el hambre. Cantantes de calle anuncian soles y lunas. Pregoneros de hierbas como medicinas milagrosas. Pasto seco. Panteones de automóviles. Autos mil veces usados. La carne asada. Tiros en la calle. Notas de acordeón en los camiones. Chile piquín con jícama. Camarones secos. Hombres que deambulan por las calles con la mirada al norte y al suelo. Caballitos de feria y ruedas de fortuna. Palabras en tono alto y silencios luminosos bajo el huizache. Los rostros no pierden el ánimo de escribir su historia. El ferrocarril  parte la ciudad en dos a las doce y seis de la tarde. Las notas de Rigo y de Ramón Ayala ayudan a encontrar misterios. Suenan los zapateados en los pisos de madera o tierra levantando el polvo de los muertos.    

Movimiento

Mover músculo y huesos. Dar movimiento a los tendones, detallados ensambles elásticos. Saltos, pasos, maromas, trote o carreras. Imágenes.  Cada palabra bruñida resume luz y brillo; juntas muestran un mundo realmente existente. Hay palabras de frío y calor, pero todo movimiento genera calor. Las imágenes hacen recorrer luz en el yo interno, que aparece de reflejo en tu mirada.

Piruetas

Saltar al vacío y en caída libre hacer dos o tres piruetas y cabriolas, no es como se imagina cualquiera una mala fortuna de saltimbanqui. Uno empieza por practicar dando saltitos bajo la lluvia, o detrás de la cámara. Uno corre por la arboleda y entre caminos la maroma aparece, el salto triple, o el salto del tigre. Así va la vida. El cuerpo necesita siempre movimiento para facilitar la circulación de la sangre y las ideas se refresquen cada mañana. Aquí va  sonrisa y palabras. Ambas forman parte siempre de mi movimiento, el único.

Don Isaías Villanueva

Don Isaías Villanueva,  padre de nuestro amigo Eligio, contaba de cuando en una cena de Navidad en el Casino Matamorense, de donde era empleado con antigüedad de más de 30 años, uno de los celebrantes lo llama, lo abraza, y efusivo, delante de todos, saca su cartera y le regala un billete de veinte pesos. "Tu navidad", le dijo con voz fuerte, para que se enteraran de su amplia generosidad. Y Don Isaías, encabronado, pero diplomático, se desabraza, saca su cartera y de esta un billete de 50 pesos. "Esta es mi navidad para usted", le responde, sonriente, aunque rijoso. Todos se quedaban perplejos, atónitos: un mesero regalaba de navidad un billete más de dos veces su valor a un millonario fantoche.  Don Isaías contaba lo anterior, festivo, burlón. Y nosotros lo escuchábamos como en fiesta. Por cierto fuera de su casa tenía un letrero que decía: "médico, cirujano, partero; ejerce sin título".

Canario

Rutinario y cotidiano, llega, se acomoda en la rama y canta.   ¿A quién dirige su melodía? A mí, a todos, a nadie. Luego de unos minutos se marcha. Su imagen desaparece en el horizonte. Durante el día su imagen etérea y su canto me acompañan, me motivan. Así pasan las horas del tiempo indiferente. Lo comento con algunos vecinos. Me dicen que nunca lo han visto o escuchado. Que raro es todo esto. Una nueva mañana. Canta el canario.

Vertical, el árbol

El árbol, vertical, anuncia siempre buenas nuevas: sombra,  fruta, nidos. Guarda humedad para los tiempos de seca. Resiste al calcinante sol a la espera de la noche y la nube. Al fin de los tiempos, cae. Gallardo, da calor en leño y carbón, donde se necesita cuando el invierno.

Foro

Responsable de las palabras en el foro. Verdades que caminan solas, sin empuje. Verdades sabidas y reconocidas hasta por los que claman el silencio. La palabra en el foro es libertad. Es gala de caminar en vertical, soberano. Es virtud teologal y mística.  Es virtud terrena. Es actitud de vida donde no hay vuelta de hoja. Es vibrar en el concierto de la vida. Es a veces acompañar en la obra. Y a veces atender solamente al que dicta cuando dice: actúa. Haz.

Corridos

Con la muerte de Chito Cano, apenas ayer, vienen al recuerdo los corridos que escuchábamos en la radio y se oían en las cantinas. Entre tantos, el que le compusieron al legendario personaje. "Año del 74, el mes de octubre corría, en Reynosa, Tamaulipas, al despuntar nuevo día, hirieron a Chito Cano no se sabe quién sería". Crecimos con los corridos, de todos los tonos y de diversas épocas. Con ellos aprendimos a escuchar nuestra historia de este lado, la marginada, la que emerge, la que irrumpe, la que se impone. Luego por secundaria leímos que era parte de nuestra cultura el género del corrido. Un buen corrido, un buena limonada o cerveza, un elote asado y la interminable charla norteña con fondo musical:  "De Reynosa a Matamoros/ de Monterrey a Laredo/ anden con mucho cuidado/ agentes y pistoleros/ todavía soy  Chito Cano / y todavía no me muero".

Paso del Norte

Me educaron con canciones. Desde el canto de cuna, y las que se escuchan en las estaciones de radio y los bailes, fueron formando un conjunto de ritmos y palabras acompañados por las notas musicales. Para cada ocasión, un canto acompaña el momento. Y con las canciones  aparecen un tumulto de imágenes en el recuerdo. Por ejemplo con "Paso del Norte" cruzan por mi mente el desierto, los chaparrales, los nopales, el sombrero, la cantina, las tunas, el río Bravo, los carros americanos, los deshuesaderos. Sólo por mencionar una canción.

Balada de otoño

Uno se detiene a mirar el bosque por las hojas. Todas a uno, matices de verde. Cumplen su ciclo y, más con el otoño, caen. Luego las arrastra el viento y sin rumbo fijo recorren distancias hasta que desaparecen. En su trayecto desde el árbol, su caída, y su viaje en arrastre del viento, escriben la balada de otoño, música de nostalgia, de añoranza, de estío. Y sin embargo, cíclico, el tiempo trae la primavera.

Vargas Llosa

Ya era tarde, poco más de media noche. Había leído las notas previas al nombramiento del Nobel de literatura. Lo dan a conocer el primer jueves de octubre. Las casas de apuestas perfilaban  nombres en esas listas de escritores muy conocidos y desconocidos (por uno). Y luego decían las notas, y entre los "eternos" a la espera están Carlos Fuentes,el sirio  Adonis, Vargas Llosa, Philip Roth, y otros. Me dije "mañana a medio día está despejado todo y quedará sólo un nombre, un sólo hombre o mujer. Luego al sueño, ya era tarde. Vi con mis propios ojos en el sueño el nombre de Mario Vargas Llosa, Nobel 2010. Lo escuché en la bruma del sueño. Lo vi en la televisión del sueño. Por la mañana estaba sorprendido y con la curiosidad de saber y a esperar. Pensé escribir sobre este sueño antes de saber el nombre del nuevo Nobel. No lo hice pero se lo comenté a Cinthia. Subimos al auto para el traslado cotidiano. Encendí la radio. Cambié de estación. En esta estaban dando una semblanz...

El nombre

Traía mi cámara, como la traigo. La poderosa Nikon 5000. La debo, claro. En paguitos va saliendo la deuda poco a poco. Llego al cruce del Paseo y 27, junto a la catedral. Una niña movió tres pelotitas. Morena de 12 años, no más. Termina dentro del tiempo del rojo del semáforo, y en ese mismo tiempo recorre los autos. La veo de lejos y disparo. Mal tiro de foto. Se acerca y la tomo más cerca de ojo. Mala foto. Ni modo. Le doy cinco pesos. Sonríe como los ángeles. De veras. Va al carro de atrás y regresa. Al pasar le pido tomarle otra foto, ríe, y posa, nerviosa. Termino y le pregunto su nombre. Lesvia, dice canturreado y en voz bajo. Creí no escucharla bien, enredadas las notas. "¿Cómo?", vuelvo a preguntar incrédulo. Calladita, en susurro, vuelve a decir su nombre.

El viento

El viento levanta polvo y faldas.  Desacomoda el peinado, las ideas y pone arena en el pan y el sandwich. Tira las hojas secas y levanta láminas de zinc. El viento reacomoda las cartas de la baraja y muestra como en el albur la del gane, la que espera el jugador. El viento es un delincuente que tira la casa frágil, pero limpia las calles de la ciudad.  Lanzo las hojas de mi cuaderno al viento. Y se van sin flecha a ninguna parte. A veces caen al cielo, a veces al infierno.

Piedras

La piedra es dura, agreste o lisa. La lanzo  y me regresa. Es algo que no entiendo. Las junto  para hacer camino y se me rebelan. Nada de camino, dicen. Queremos cantar y escribir poemas. Y yo me burlo de ellas, las duras. Para piedra nacieron, al destino de piedra corresponden. Vengativas señalan la mano que las lanzan. No estaría mal escribir poemas con ellas.

La manzana

Si lanzo la manzana, cae, irremediable. Si la guardo poco a poco desaparece con gusano incluido. Al soltarla hace recordar una lección antigua. La manzana es bien recibida. Y no hay mas. Uno busca imágenes mejores, datos, pistas. Pregunta el profesor ¿qué significa la manzana en su texto? Y la respuesta es franca, gallarda, clara. Eso significa, una manzana simple.

A veces

Nada que escribir a veces. Y busco temas, escudriño en los silencios y la algarabía. Y en la hoja nada queda. Rompíamos las hojas. Y guardábamos la pluma y el cuaderno. Y nos quedamos como bobos mirando por la ventana. Vendedores y autos. Niños  pasan pateando botes de refresco. Perros ladran. Y alguien pasa y saludan, y levanto la mano en señal de respuesta. A veces no hay nada por escribir. Y es cuando uno debe hacer otras cosas. Palomitas de mantequilla. Podar el árbol. Hay cosas más productivas que escribir. Tomo un café con galletas. Acudo al libro blanco, al vacío. Para enterarme de lo nuevo que he escrito. Y me sorprendo: discursos sin palabras, novelas y cuentos no escritos. Es bastante. Es mucho. Y a veces no hay nada. Voces y señales. MIradas.