Flor silvestre

Desde lejos la vi. Yo iba en el camino. Sinuoso y con subidas. Angosto. De terracería y polvo. Cuando a lo lejos vi algo rojo -de una brevedad absoluta- que me hacía un guiño. Un milagro, dije yo. Belleza total. Motivo suficiente de parar. Y ya mas cerca la vi. Era una flor de pasionario rojo. Bruñida por el sol. Y como que sonreía y quería cantar. Estaba en su plenitud. Fuerte el sol de mediodía, me ofrecí a llevarla. Mas la tenía que cortar. Me dijo que no. Que otra vez será. Destacaba ella entre la inmensidad de lo verde. El amor es circunstancial. Sus pétalos se movían al compás del viento. El amor es de neón.  Y le pude hablar. Conversamos de que va a morir. La belleza y vida de la flor es efímera. Usted también, me contestó. Dos o tres días vas a durar, le argumenté. El amor es menos que razón de ser. Sutil me respondió: tú vivirás apenas algo más. No supe que decir. El amor es la señal. Flor silvestre. Encontrada en el camino. Y la tuve que dejar.

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