Cuando la muerte llegue

Cuando la muerte llegue, no os espantéis. Tocará muy suave la puerta. O abrirá sin llave. Para cumplir la cita. Quedarán pendientes, de tanto amar la vida, esos apegos al color y al ritmo. A la belleza total. Más la muerte llega e interrumpe. Los árboles queridos. Las manzanas. Las guitarras. El perro. Dormirán la ausencia. La muerte baila un vals con la vida. Se alternan amadas. Como la noche y el día. Queda el ajedrez con sus piezas intactas y las infinitas jugadas. Libros algunos aún con celofán. Y algunos prestados que nunca volvieron. Quedan las fotografías. Y el último discurso por escribir. Las palabras no dichas. Los abrazos y besos no dados. Las cartas en ruta al mar. Y los mil perdones que no pedí. Todo a causa del orgullo. Por estrenar cada mes los guantes de box. Cuando la muerte llegue me encontrará en paz. Aunque reconociendo con cierto reproche que no hice más. Y que tuve tiempo. Amar confundí con querer. Soñar con dormir. Estar con el ser. Habrá que ver si el balance me es favorable. Entre dicha y desdicha. Entre ojo alegre o triste. Preferí seguir mi camino en un tren sin destino aunque si con estación final. Me faltó escribir un corrido. Una canción de amor. Y escribir el testamento. Donde quede asentado a quien dejar la pobreza. Y el hastío. Hay nombres. Hay noches. Hay ríos.

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