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Mostrando entradas de septiembre, 2010

Tribulación

Donde está la nada habita el olvido. Es cierto del humo, la espera, la espina. Todo se junta como un rosario de dolores para expurgar las penas. Hoy la neblina, lo gris lo oscuro, la mentira. Mañana la nada como muestra que labrador siembra en el aire. A ganancia de pescador en río revuelto, el agua toma la forma del recipiente que lo contiene.

Fotografía en sepia

Aparecen  las reales palabras, los recuerdos. Se escarba sobre lo sensible para que aparezca lo que está adentro. Vienen los recuerdos: sonrisas, palabras, caídas, abrazo de mamá, señalamiento de horizontes, libros, carreritas, fotografías en sepia, discursos familiares. Como estatua están mamá y papá aplaudiendo cada paso del presente señalando el futuro. Y hay entonces besos y abrazos. Dulces de papaya y duraznos, coco y flores de laurel de la India.

Habanera

Volví a ir a Cuba. La primera  fue  en  2003. Anoche fui  de nuevo. No vi lo mismo. Había pobreza, la hay, aunque distinta. Había mujeres llamando a mexicanos, ahora no. Fue muy distinta la visita. Ahora iba yo con una poderosa Nikon para "tirar" fotos de rostros y calles. Niños en beisbol. Mujeres trabajadoras. Y hombres con actitud de asaltantes -que no lo eran- y niños buscando dulces en mis manos. En algún lugar quedó olvidada la cámara. Y mi tragedia era personal.  Pérdida fatal. No moví un sólo músculo. Fui y vine a La Habana. Desperté y la cámara estaba conmigo.

Dos

Si dos es el asunto, entonces hay diferencia, y vienen las diferencias. Las hay porque son distintos, dos individualidades que están cerca, que se buscan, que se concienten. Y las diferencias son porque con las palabras  se exponen distintos puntos de vista. No es insalvable el asunto. Es cosa de ponerse de acuerdo, y ceder cuando es menester. Cuando de dos se habla es porque están cerca, coinciden, enfatizan las coincidencias y toman las diferencias como referencia para reivindicar que son distintos. Cuando hablar de dos se trata, es entonces cuando sabemos que esos dos hacen la diferencia en todo lo que sucede aquí abajo, donde transitan los hombres.

Agua (2)

Cuando la lluvia serena viene, damos gracias a Dios. Lava rostros y hojas. Satura los colores de vida, intensos o suaves. El mundo es la realidad nítida, coloreada con primarios como en la niñez. El agua baja cantando y atraviesa campos, riega sembradíos. De tiempo acá esto es otro asunto. Desviamos cauces, rellenamos bajos, ocupamos vasos, para luego controlar por intereses, a la memorial que busca, en gravedad, su espacio. Alcemos la voz y el puño.

El agua

El ciclo aprendido en nada se parece a lo real. Me refiero al ciclo del agua. Y de niños sabíamos de cuatro peligros: fuego, electricidad, altura y agua. De alguna manera era rehuir a ello, así fuera por necesidad de juego. Y aquí vimos llover de manera interrumpida por meses, de día y noche. Era calcular en los bajos y seguir un ritmo. Ahora es distinto. Amamos el agua, es nuestra esencia. Más no avenida así, controlada para favorecer a otros intereses. Eso dicen.

Un día después

Las líneas ágatas  narran las historias, los cuentos. Apenas el pasado queda atrás como el hoy mismo que se va. Y el mañana más temprano que tarde se transforma en el presente, áspero, sudoroso, esperanzador. Por eso la flor es la imagen y el recuerdo de su olor. Por eso los sueños, material de huesos y carne, se mueven con sigilo como el agua que busca su estanque, su reposo. Un día después de los sucesos, se reza frente al osario.

Noche mexicana

El olor a pasto recién cortado junto a mi padre; la mirada como abrazo de mi madre; la tortilla tostada al carbón y los elotes; las caminatas por la calle sexta en tiempo de frío y las tunas compartidas; un violín que tocó aquella noche de plenilunio y que me espera; la carta escrita y mandada, la solamente pensada, la que se escribió y luego fue rota; el dulce sabor único de la papaya dulce y oreja de mico; las aguas del Bravo que bañan la frontera norte y el Usumacinta y Grijalva que bañan y refrescan el sur; el disco aquel de 20 canciones amorosas que traen recuerdos gratos y húmedos; los libros donde quedaron escritos los sueños y las aspiraciones de los pobres en lo material; la luna sin dueño que cabalga sobre este cielo que relincha. Mi noche es de luces y los nombres quedarán para la historia en el tronco de un sauce llorón.

Palabras

De niño escuchaba de las palabras. Y era un encanto siempre una nueva, su fonética, su ritmo. Así escuché escafandra, glotis, numen, plúmbago, por nombrar algunas.  Lo mismo sucedió con las palabras rayo, trueno, relámpago, estruendo, centellas. Y poco a poco fuimos dilucidando tonos, diferencias, gustos. Cada palabra lleva en sí  preñez,  nueva vida,  entorno,  luz. Bienvenidas las cartas, las señales, las señoras palabras. Entre tantas hoy escribo amore.

El relámpago

Es la mirada tuya, el desenfado con que a veces escudriñas los secretos, es la palabra sol que ilumina las estancias. Cuando uno pronuncia la palabra relámpago todo se alumbra, hasta los rayos oscuros de la noche que iniciaron y terminan pronto. Truenos y relámpagos.Habrán de escucharlos también los otros que sólo leerán calamidades. Cuando es el tiempo de siembra, inicia también el tiempo de cosecha.

Que decir

Sobre el agua que nos rodea, palabras no faltan, ni son necesarias. El asunto es simple, estamos en pequeñas islas. Somos pequeñas islas que surcan el mar sin brújula, sin rumbo, sin destino. De pronto llueve, luego sale el sol, y faltan días para que amanezca en la esperanza.

Hay tactos (cantos de ciego)

Con su bastón, dispuesto a guiarse y a aporrear al mundo si se deja, el ciego avanza entre el mar azul de su oscuridad y recuerda  las luces que le revelaban la forma y color de las cosas. Hay días negros  cuando los sueños quedan lejos. Hay días plúmbago, que es cuando el mar viene distribuido en olas. Y el ciego escucha el rumor que viene con el viento, murmullo de mar, y la humedad  siente muy dentro de sí.  Es cuando canta y  sonríe. Entonces sus cuencas se miran menos densas.

Hay sabores

Mi lengua, como sable o pluma, bifurca sus actos entre las palabras y los fulgores del sabor. Así, tránsfuga de lo diario, se va de lo rudimentario a lo excelso. El agrio del limonero, la baba del ostión, el elixir de los dioses y hombres, el agridulce de la fresa, el picante de la vida, y las chispas que refulgen en el yo. No todo en la vida es miel, y a veces viene el sabor a cobre. Es entonces que la memoria manda las señales de lo dulce, para valorar lo que saboreamos en las tardes de lluvia o en los días de sol, cuando las risas y los cuentos. ¿Habrá sabores de miradas? ¿A qué sabrá la nostalgia, la melancolía y el hastío?

Hay olores

La tierra mojada al inicio de la lluvia; el olor de la guayaba y el durazno; la rosa que nos recupera en el descanso; el olor del incienso que nos lleva al misticismo del reencuentro; el del tomillo y a cocina que dibuja bien a nuestras madres; el del pasto recién cortado que me lleva directo a estar junto a Juan mi padre; el del libro recién salido de la imprenta; el que nos hace reconocer lo nuevo; el misterioso olor de lo divino; el elixir que mueve todo nuestro yo interno. Cabalgando montado en los olores me doy cuenta de que existo.

No hago otra cosa

...más que asomarme en las aceras y las plazas y escuchar las voces de la gente y sus miradas; más que condolerme del dolorido y pensar que puedan cambiar las cosas. No hago más que contar mis pasos como un rito para saber que sigo sin saber a dónde, discreto y esperanzador. Y miro hacia los interiores de vecindarios: ropa tendida, colores saturados, lavadoras y radios.  A veces viene la tonada de esa canción y la canto como un himno porque así es la vida, de melancolías sujetas a los zapatos, memorias del agua y sus historias, prisas por llegar a ningún lado, a ninguna parte. "No hago otra cosa que pensar en ti, para halagarte y para que se sepa..." escribo versos e impresiones del día en este cuaderno.

La frontera

Calles de polvo en la frontera. Pescado muerto y clavos con herrumbre. Casas de madera y ventas de garage con carros y ropa de difunto incluidos. Libros de viejo, subrayados. Ulular de la sirena. Miedos en la espalda. Silencios que presagian lluvia de palabras. Bailes populares donde se olvidan las desdichas. Árboles viejos que testimonian esta vida. Un sol que cae a plomo.  Un río que cobra deudas permanece incólume. Hay bares y cafés. Hay sueños. La frontera es un lugar de exilio, donde el que está piensa en huirse para nunca más volver.   

Esdrújulas

Las palabras esdrújulas aseguran su acento. Ninguno se les escapa y saben su acomodo. Susurran, cantan de la dicha. Hay coros que se aprenden. Otros que se olvidan. Desde lejos se oyen los murmullos, las notas, rítmicas, asombradas. Nada mejor que la escafandra para surcar mejor entre esta epopeya de palabras: álgido, apócope,  áureo, carpetovetónico, catódico,  colérico,  cópula, crápula, crótalo, decrépito, ecléctico, enciclopédico, espantapájaros, exégetas, fanerógama, folículo,  glúteo, hipócrita, hipódromo, histérico, íncubo, isósceles, lapislázuli, mayestáticos, metalúrgico, muérdago, murciélago, náusea, óleo, óseo,  prosódico, psicotrópico, telúrico, súcubo, tentáculo, vorágine.

Histeria

Pasos rápidos por la prisa; tumultos. Miedo en la mirada. Así pasamos los días de los desbordes del agua. Y va para rato, desde hace años. Casi siglos. Los libros se escriben con una mezcla de dulzura e histeria, algo de dolor. Los rostros de la gente pintan desesperanza y fastidio. Los ríos arrastran de todo y derriban todo en su paso.

Líar

Amarrar lo suelto, juntarlo. Rumberear por lo alto. Y andar seguro por las estrellas bajadas. No hay secretos. Hay un montón de páginas escritas en la historia. Página a página fueron conformándose los libros de una biblioteca pedestre, los testimonios. Bienvenidos los verbos, acciones que hacen la vida desde tiempos inmemoriales. Lía, liar. Allí andan los fantasmas. Las vividas añoranzas  dan certidumbres a los rostros.   Es el amor por la vida. La naturaleza duerme en la paz. Dadme razones en palabras que formen parte de la novela. La nuestra.

Antonio

Este es el que escribe. Salta y echa piruetas en el aire. Espera aire para no ahogarse y anda por caminos seguros e inseguros mirando imágenes para captarlas. Luces y sombras. Y aparece por distintos lugares y se esconde. Cuadrículas y circulos. Antonio viene de San Antonio de Padua. Cuando aquel de un año tenía cerrada la garganta y sus padres buscaron consuelo y lo encargaron al santo de la iglesia de la colonia. De allí viene el nombre.  Bienaventurados. A ver. Dar de pasos al frente.

Fotografía del futuro

Dónde está  lo diario que se pierde en afanes del pasado y el futuro. Cuando se toma la mano es en el presente -o los besos- y el recuerdo de ese acto amoroso queda en el pasado. Los actos se viven. Y al quedar en el pasado va quedando atrás la estación del tren y vemos manos que se agitan en las despedidas y la esperanza  viaja en el potro del futuro. Todos los sueños puestos en el futuro  se alejan como el horizonte. Y viene la canalla muerte con su guadaña a poner punto final. Desde la cámara se hace click y queda la imagen para la historia.   

¿A dónde van? (2)

Las palabras dichas están en lo verde de las hojas, en el polen de las flores, en el canto de los pájaros, en el viento que circunda corazones, en la sonrisa del transeúnte que camina solitario por las calles, en los juegos de los niños, en la humedad provocada por recuerdos, en el murmullo que se oye en los panteones, en la semilla que germina, en el trigo que cae de los camiones, en el cometa que se eleva, en el llanto provocado por poemas, en el acto del que salva la vida en el incendio, en el viejo que canta o lee, en el seno donde el niño se alimenta, en  la mirada que anuncia paraísos. Las palabras van al amor de donde vienen.

¿A dónde van?

A dónde van las palabras pronunciadas, las que estuvieron en los diálogos y las disputas, las que florecieron y motivaron a dar pasos hacia el frente. A dónde van cuando se siguen diciendo otras, cuando se extienden los silencios, cuando se nombran. A dónde van las palabras dichas en los cines casi en silencio, las que se enseñorearon dibujando campanas, pájaros y nubes. No hay para el caso cementerios de palabras.

Espejo

La realidad se enfrenta en el espejo a la propia realidad desdibujada; lineas como surcos en el rostro, testimonio del paso del tiempo. Conjuntadas las nubes, un rayo de luz, la esperanza, ciertos sueños, algunas letras de canciones, vuelven a plantarse firmes para señalar el rumbo abandonado. Ante el espejo ningún rostro se engaña. Agüita fresca de manzanilla limpia el dolor reflejado. Roto el espejo uno sigue el camino dispuesto a recrear las horas siendo uno mismo. Nadie más que uno mismo  dice las mismas palabras de los mismos cuentos.  Lea mi mano la frondosa gitana y pueble de sueños rosas el futuro. Ante el espejo.

Sol de cartón y hojalata

De un tambor de hojalata construyeron un sol. De los sonidos del instrumento en su repercutir, pasó cartón y hojalata a formar un brillante sol. Un nuevo sol, incandescente, daba luz a las nuevas escenas. Todas las películas contemplan desde su guión escenas de luz y sombras. La luz del sol satura los colores. Las sombras cubren como velo las acciones del hombre. En una esquina cualquiera, la sombra cubre a la pareja en sus besos, besos que son sol en su resplandeciente espíritu.

Lunas de cartón

Lunas de cartón y hojalata, sin brillo, hundidas en el pozo del recuerdo, objetos de escenografía, desechables cuando la película ya hizo destino. Los artistas, aficionados y profesionales, agotados por las representaciones que se repiten hasta el hastío, caminan nostálgicos, melancólicos. La película parecía la vida misma. El director como Dios movía los hilos y repetía las escenas. Grabadas las escenas finales las lunas de cartón y hojalata quedaron en el olvido.

Café

A las dos o seis de la tarde. Uno asoma el ojo a la revista. Y sentado en la cafetería se acerca la muchacha. ¿Americano o descafeinado? Viene a mal recuerdo  de la geografía. El norte es americano. El sur es americano. Uno pide un café negro. Y todos ríen porque lo correcto es decir americano. Y viene la charla, el tumulto de las palabras, las risas, los recuerdos. Un café no es el color. Es el dominio de lo público, saboreando una aromática bebida del mejor café del mundo. No dejar que llegue ni nunca referencias al olvido.

Guinda

Pasando del blanco y negro llego a las imágenes de un sólo color. Entre la variedad de tintes  miro la flama, la camisa, la sangre oscura, las flores del panteón, la entrada al cielo, la salida del infierno, una tarde en Villahermosa, la vela del velero que se aleja, un incendio de la tarde y el saco que pasó del verde olivo al guinda del recuerdo. Uno trae canciones, imágenes del verde mirar, tumulto de colores. Pero se impone el guinda. Es el interior, donde la duda se impone sobre batucazos de razones.

Ambar

Todos los semáforos del mundo se detuvieron en el ámbar. Ni alto, ni siga. El rojo se hizo el occiso. El verde, flojo, no se aparecía por ninguna parte. Estupefactos quedaron miles y miles varados al volante. La ruta de ninguna parte. El camino hacia ningún lugar. Ámbar quedó fijo. Fosforece en todos los cruceros. Hay reuniones analizando el estado actual. Todos piden la palabra. Se atropellan en su uso. Se cruzan las ideas entre parar y seguir. Entre los espectadores que esperan y les da igual. Y los que están a favor o en contra del rojo y el verde. Mientras tanto el mundo como torre de Babel anda alumbrado por el ámbar.

Azul

Arriba las manos, dijo fiero el azul. Todos lo observaban. Era práctica para una escena de película. El director pidió la repitieran dando énfasis con un "puta madre". ¡Arriba las manos, puta madre! Se notaba el cambio. Los extras eran cientos. Reflejaban en su rostro el terror de la vida cotidiana. Tenían levantadas las manos. La respiración en un hilo. Azul exigió que entregaran las carteras, los celulares, los relojes, los libros. Los actores secundarios pasaron a recoger los objetos. Buena cosecha, dijo ufano el azul, mientras iba caminando con un silbo de canción. Corten, dijo el director. Azul se fue diluyendo entre mar y cielo.

Amarillo

La palabra amarillo se agolpa en defensa de su derecho a expresarse; palabra cargada de afectos como caramelos para niños. Los rostros discretos  anhelan la presencia. Una canción  se escucha a lo lejos; el viento huracanado tumba anuncios luminosos; la cruz de agua  adorna el cementerio; entes como zombies gritan incoherencias y aplauden con denuedo; un barco de papel surca el océano; dentro de un cuadro quedaron fijadas las acciones de combate. Vuelve a amanecer y el insomnio queda en el recuerdo. El día cumpla con las horas. Miremos atentos el estreno de  nuestro infierno prometido.

Blanco

Entre nubes de algodón guiña ojo el azúcar. De pronto una ráfaga de luz y los objetos parecen más nítidos. La vía láctea es la terca memoria que se asoma reclamando la veracidad en los hechos. Es un salto e inútiles son las discusiones sobre creación o evolución. Humo desde lejos. La sal guiña un ojo. Mezclas sugerentes. Revelado el rollo aparece blanco. Y a tomar las imágenes de nuevo. El juego de las nubes; las miradas en éxtasis cuando trinan los pájaros sus cantos tropicales; el serpeante y sinuoso camino que lleva a El Dorado, que es la utopía de ninguna parte.