Hambre

Peor cornada da el hambre, dijo el torero, mientras iba en luces rumbo al ruedo. Caminó entre aplausos mientras el toro estaba en espera de que le abrieran las puertas para embestir. Como única ornamenta su percha de 400 kilos para la fotografía. No sabía de su destino. Sentía el sol sobre el lomo, y chillante embestía ciego lo que se movía en rojo. Un hombre con hambre, banderilla en diestra y una multitud como romana con ruidos de algarabía que parecían chillidos de puercos en matadero. Un descuido. Un voltear la mirada sin regresarla a tiempo. El toro embistió y encajó su cuerno disminuido en filo pero con fuerza suficiente para entrar en la frágil humanidad del artista del toreo. Por los aires el grácil torero y en su pensamiento la frase:  peor cornada da el hambre.

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