Cierto

Hablé de más la ocasión aquella cuando dije chocolates para ver si transformaba el poema en la historia personal. Teníamos un carrito de juguetes. Y jugamos junto a los laureles de la India mientras la lluvia. Eran tiempos a la vez de las despedidas como bienvenidas. Con boleto comprado para el vagón de servidumbre escuchamos boleros en la sala de espera. Me bajo, el instinto de supervivincia de especie, al camino. Veamos qué sucede. Descubrimos el fuego.  Asamos carne del rinoceronte. Y atragantarse. Comparte. Miro el programa de mano: tragedia, comedia y charla. Última función. Y quedo sorprendido que parece todo un zoologico empezando por mi. Terquedad de sentirse fauno. Trago saliva. No es por hambre. Es que uno debería guardar silencio cuando las palabras están allí, esclavas, con ganas de salir. Y dicen: qué barbaridad, otro loco anda aquí. No más.

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