Carta al mar

Quizá no la leas. Una carta al mar es una apuesta al azar y al destino. Escribir por ejemplo poemas; palabras dulces, preguntas, el nombre de un libro, el recuerdo del beso, la hoja seca o la flor guardada en un libro, una canción que taladra nuestros huesos. Yo estuve allí de testigo, estuviste tú. Alrededor de nosotros el canto de pájaros y el sonido de campanas, mientras nosotros caminamos sobre hojarasca casi al anochecer, o a orilla de una playa con chapapote, que hizo marco a la tarde luminiscente. Es una historia cursi, porque es de amor; es una historia ridícula como toda lo sensato en el amor.
Quizá no la leas. Uno escribe por necesidad. Por dejar huella en una hoja. Por estructurar palabras que digan algo. Por sí o por no, por cualquier motivo. Aún si no decimos nada. Como loro que dice palabras que no entiende, que escucha palabras sin saber significados. Uno escribe para adornar el día que se va. Y al escribir esta carta y meterla en esta botella azul y lanzarla al mar, es con el fin de que la leas si llega a ti. O bien se pierda entre tanta playa, entre tanta ola, entre tanta superficialidad, tanta basura.

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