Para mis maestros 3

Y los maestros de la escuela de la vida: la que hace formas con barro en Chicozapote Nacajuca; allí mismo el que descalzo renunció a una regiduría de oposición porque así lo creyó en valores; el que caminó por carreteras para enderezar entuertos y zurcir heridas; el quijotesco que con nombre histórico y con sonrisas lleva libros por todos los rincones del estado; el que ante miles da clase de historia de México y de Tabasco; el que por las tardes entrena niños en deporte o arte; la mamá de un amigo que en invierno nos invitaba empanadas con dulce de calabaza; el que en las redacciones de los diarios, anónimo, mejora los textos para los lectores; el fotógrafo que me prestó una cámara para tomar fotos en Tampico en el 78.
Y a mi padre Juan que tenía como mejor maestro al trabajo y nunca tomó nada ajeno; y a Leonor, mi morenita, siempre paciente, siempre atenta, que ponía mi cena cerca de la cama a la que yo llegaría a medianoche.
Todos ellos me enseñaron que el mejor camino es el incierto;  que la luz a veces está debajo de una piedra; que la oscuridad no es por siempre. Pienso en todos ellos; y hay mucho qué hacer.

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