La vida es un festejo permanente
La vida es un festejo permanente. Cuitas, sí. Caídas, sí. Mas todo lo demás son una avalancha de buenos sabores, colores, melodías. Y la amplia sonrisa que nos conduce por sobre los mares. De verdad. Si lo han sentido o no. Primero se imagina todo lo bello. Y se camina en esa ruta sin desviarse. Porque todo es un plan de jugadas infinitas. La cerveza, el beso, la película romántica, el abrazo. No sé. Todo se junta. La madre, el padre, los abuelos. Hacen su asada para festejarte, festejarse. Inflan globos de colores. Y los sueños van en ellos. Los niños construyen papalotes. Y los echan a volar, como palomas. La vida es un festejo permanente. Las miradas, los besos, los versos. Esos libros que vamos acariciando de a poco en poco, con la mirada. Y la piel. Hoy por ejemplo. Las canciones. Los abrazos. Y esa pelota que se acomoda en el fondo de la red. Como la miel que disfrutamos día a día. La savia perfecta de la vida.
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