Historias conocidas 3 Ladran los perros

Ladran los perros. Es su naturaleza. Es su modo de expresión para hacerse escuchar. Al no hacerlo se comportarían contrarios a su propia naturaleza. Y cada quien tiene anécdotas en relación a los perros. Tanto por filia, como por fobia.
El primer can que tuve fue una cachorrita pastor alemán, obsequiada por una amiga de la escuela Normal. Sufría el animal el horror de los crudos inviernos, lo mismo que yo. Solo que ella no se podía cobijar.
Claro, la expresión del título se refiere a las personas que hablan contra otras  personas, y generalmente lo hacen por envidia, esa admiración soterrada. Así que ladran, y hasta aúllan. En casos ya de exageración, hasta en la mirada se les nota odio irracional. Parece que los ojos se les saldrán de lugar.
No haré el recuento de todos los perros que me han acompañado. La de ahora, de los domingos se llama Naila, y es de domingos porque acude dicho día a donde llego. Y de lunes a viernes permanece leal a su dueño, un niño de once años, vecino, alegre y cantarín que ayuda a sus padres en las labores del campo. Naila desde pequeña sabe arriar ganado.
Mi afición en el asunto de perros, era ponerle el nombre o apellido de presidentes. Así tuve un samoyedo a quien nombré Salinas. Me reclamaban amistosos mis amigos: ¿pero qué culpa tiene este perrito? A un mini toy, le puse Foxy. A otro le puse Felipe. El Salinas merece un texto aparte, por todas las anécdotas que tengo. Tuve un doberman sepia, a quien nombré Alí, este en referencia al magnífico boxeador estadounidense, Muhamad Alí.
Volviendo a la expresión de "ladran los perros".  Dicen, es señal que vamos caminando. Y hay un consejo popular: "si te detienes a tirar piedras a todos los que te ladran, no vas a llegar a ningún lado". Y aunque dan ganas, es necesario dejarlos que se sigan desgañitando, evidenciando ellos mismos, los que ladran, su pequeñez.
Recuerdo la siguiente anécdota: Don Isaías, padre de uno de nuestros compañeros de Normal, nos escuchaba atentos en nuestra lluvia de ideas y perorata sobre las inconformidades contra el gobierno local en turno (años de 1977- 1979, en H. Matamoros, Tamaulipas). Y cansado de escucharnos en repeticiones de lo dicho, Don Isaías, delgado él,  melena a lo Miguel Hidalgo, nos decía: "protesten de manera original. Marchen por la ciudad, y cada uno con un perro; así unos marcharán con perro grande, o chico; otros con perro fino, de raza, bien alimentados; otros con perros flacos, pulguientos. Pero será un reflejo de la sociedad". Y reía festivo Don Isaías. Nosotros también.
Por otra parte, mi madre me aconsejaba: "siempre ten un perro, cuídalo, aliméntalo bien, porque cuando mueras, ese será el que ayude a tu alma a cruzar el río Jordán.
Sí, ladran los perros. Esa es su naturaleza. Ladrarán, señal que los perros existen.

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