Entradas

Mostrando entradas de abril, 2011

Semana santa 4

Antes de llegar a San Fernando divisaron a lo lejos una gran arboleda y bajo su sombrase detuvieron para analizar la situación y de qué manera entrarle al asunto. Había un ojito de agua. Se refrescaron y luego, recostados en la hierba, fumando, dando descanso al chevy, discutieron una media hora. Aprovecharon para comer nueces y cacahuates. No tenían miedo a la muerte, si pa morir nacimos, decían, sino que esperaban tener tiempo para hacerse escuchar. Habría que hablar con los precisos, aunque antes  hay que indagar con la gente de la central camionera, del mercado y con indocumentados, para tener mejores datos a la hora de plantear el asunto a los precisos. Por estos referían al presidente municipal, al general del ejército, al curita y al jefe de la célula que estaba cometiendo las fechorías contra la gente humilde. "Cabe la posibilidad de que estén aliados", concluyó uno. "Cabe la posibilidad que nos secuestren y nos maten", respondió otro.

Semana santa 3

En el trayecto, de horas por carretera, les pasó de todo un poco. Una ponchadura de llanta, sin tener la de repuesto. Había que poner aceite para rellenar. Y agua para bajarle la temperatura. Se daban cuenta que los trataban muy bien. Quizá por respeto o miedo a la indumentaria, la barba y el cabello largo, hirsuto. Por Soto La Marina, Tamaulipas, percibieron que las cosas no andaban tan bien para la gente: casas abandonadas, mucho polvo, comercios cerrados. Se veían como pueblos fantasma. El viento les pegaba de lleno y el polvo se les metía bajo la ropa. "Está esto del carajo y necesitamos comer", dijo Pedro. Jesús venía durmiendo. Lo despertaron para preguntarle si quería algo. Habían parado en la gasolinera e irían a un OXXO. "Unos burritos de frijoles y un jumex de durazno", ordenó claro, auqnue con voz apenas audible. En tanto les llenaban el tanque de gasolina. Se acercaron vendedores de discos pirata y lentes "tipo Kalimba", decía el vendedor. Com...

Semana santa 2

II.- Iban amontonados en un viejo Chevy 91 sin placas. Iban sólo los que cabían, pues no había de otra. Los otros se iban en raid, en camiones o ferrocarril. En el camino encontraron mucho tráfico por los paseantes que celebran en playas, los vía crucis en los pueblitos y los retenes de policías y ladrones. Unos y otros se confundían. El aspecto de los apóstoles les daban confianza a ambos. "Déjenlos pasar, son de los nuestros", decían los jefes de los retenes. En el auto se sentía olor hierba y la música que iban escuchando era rock de los 70s.

Semana Santa 1

I.- A ver de a cómo nos toca, dijo El Jesús. Busquen tres lugares para ir a México, donde crean que más necesitan de nuestra palabra. Sus compañeros hicieron círculo para platicar del encargo y luego de las deliberaciones propusieron Ciudad Juárez, San Fernando y Los Pinos. Le dijeron las propuestas. "Los Pinos, descartado. Allí no tienen entendederas. Es el poder. Para ellos estamos locos. Y son capaces de mandarnos a chirona. Vamos a San Fernando. Ya conozco la ruta". Y se pusieron en camino.

El pozo

Están otros. Pero en esos otros va mi camarada con sus sueños rosa; mi compañero de escuela, el de las peores calificaciones y un gran corazón; el compañero  del trabajo con quien comparto el lonche y el café; el que perdió el empleo y llora sin tener un peso en la bolsa para tortillas y frijoles; el viudo que ama a la difunta; el recién casado, amoroso; el que no tiene y el que tiene estudios y hace sus discursos a la tierra.  El que se pasa la tarde en la cantina y filosofa y el que llega todos los días a la iglesia y eleva el rezo y la plegaria. El ciego que perdió los ojos en una apuesta y el manco que se cortó el brazo con el que abrazaba a su mujer infiel. El seminarista y el cura, que son el pasado y el presente.  El gobernante corrupto. Y el aspirante a gobernar honesto. La ama de casa con sus cantos en la casa. La legionaria que sabe su destino. La estudiante de ocho a seis. La mesera de la fonda que ríe a mi paso. La obrera con construye los autos y los televi...

Viento

Acerca tu mano y acaricia al viento, compañero de siempre. Alegre cruza los campos. Evade la imponente montaña. Tira las amarillentas hojas. Esparce la vida con el polen. Acerca granos de trigo a los pájaros. Mueve las las cartas. Levanta los manteles en las fiestas. Sostiene a las aves en su peregrinar fecundo. Mueve   las olas. Tumba ciudades y levanta el polvo de los muertos. Yo lo encontré un buen día.  Era un dios apacible a quien le gusta contar cuentos. Ríe a carcajada suelta. Y duerme sin fin cuando le place. Cuando se despierta es como un niño que arrastra todo. Y la gente se asusta. Y no es más que el truco de sus juegos. Amo el viento. Más cuando me acerca la sonrisa y las palabras de mi madre que vienen claros en una caracola.

La felicidad

Mandan una carta desde lejos. Hombres y mujeres en la batalla diaria. Cultivando la esperanza para las nuevas generaciones con juegos de ajedrez y cuentos. Escriben sus nombres, aran la tierra, siembran semillas. Se preparan calabazas para la comida y por la tarde toman cerveza acompañado de guitarra mientras otros bailan. El pasado y presente se juntan. Su baile ancestral  y sus cantos son disparados con trayectoria de futuro. No es la felicidad, pero es lo más parecido.

Avestruces

Pedimos disculpas, expusimos justificaciones, elaboramos teorías, estructuramos discursos, pero nuestras palabras eran confusas e ilógicas y todos volteaban a verse sin entender los sonidos guturales que emitíamos como de idiomas muertos. Entró la impotencia y el coraje. Y descarnados salimos a destruir  árboles, animales, libros y  puentes. Nadie, nada nos detuvo. Todos eran indiferentes porque andaban en lo mismo buscando una cueva para ellos y una silla de ruedas que les permitiera llegar primero a ninguna parte. Buscaban metales para comer. Hasta que descendimos al infierno. Allí esbozamos sonrisas indiferenciadas. Mostramos los dientes. Desciframos los sonidos. Construimos la torre de Babel y luego quisimos que fuera pieza de ajedrez y simplemente no se pudo. Fue entonces que escondimos nuestra cabeza para no darnos cuenta de todo nuestro alrededor.

Villahermosa en abril

Miles de autos autos atrapados en botellas.  Noticias de muertes estúpidas. Remodelaciones superfluas de parques y jardines. Manifestaciones de impotencia e ira por reclamos sobre inundaciones. Y anuncian nuevas inundaciones en áreas donde radican indígenas. Miedo en las miradas. Sonrisas como muecas. Perros de la calle sin palabras, con la mirada gacha. Calor de los 40 grados a la sombra (en el infierno ha de estar peor). Amenazan los constructores del desierto con talar más y más árboles. Habitaremos en un futuro cercano en áreas de concreto. Ulular de ambulancias. En las pláticas unos quieren irse del país o del estado. Yo me quedo. A pesar de todo me quedo. Admiro el amarillo del guayacán en abril.

Artista del trapecio

En la cuerda floja. Entre la calumnia y los aplausos. Entre el horror y la risotada con desparpajo. El hambre a veces, muchas veces, mas no de alimentos o carnes, sino hambre de buscar donde se encuentra nada, la palabra que no existe, el gato de tres patas, el chaleco con mangas. Transitó entre lugares comunes. Una vida simple,  común. Creyó en sus obsesiones estúpidas, una de ellas ser granjero de humanos o comandante de  pulgas. Cansado mirá hacia atrás en búsqueda de una estela de luz. Sólo vio huesos amontonados, cabezas de cerdos y humanos revueltas. Entonces esperanzado creyó encontrar la salida hacia el optimismo racional y fijó su mirada al frente: desierto con esqueletos amontonados también, cabezas. Olor a podredumbre. Ningún rasgo de vida. La civilización fue historia.

Funeral

Lo ideal sería no llegar al propio funeral, o llegar demasiado tarde. Que absurdo. Y luego eso de que le ponen saco y corbata y unos quieren silencio y llanto y otros bromas y trago. Yo estiraría la pata a voluntad si tuvieran la confianza en mi de que no vuelvo, de que no andaría vagando entre los éteres. Y sería genial trafalgar entre nubes y echarse clavados en el espacio. No se. Son ocurrencias. Estaría bien escribir el panegírico y el epitafio. Sin olvidar la carta de despedida. Dejar ya seleccionados los discos para que escuchen los vivos. A mi que no me aparten audífono. Ni que me tomen fotografías. Sería grato morir en paz o como sea. Al fin de cuentas más temprano que tarde habremos de llegar a esa cita no programada, a esa cita fuera de agenda. Mientras tanto el café, la sonrisa y el abrazo.

Tarde o temprano

Tarde o temprano,  nombró a su negocio de cajas funerarias. Alegórico, directo, filosófico. Por si las dudas separó el mejor ataúd para sí mismo. Y para cada uno de sus familiares. El hombre creativo fundó también una farmacia. Y como era escritor de ocurrencias, concibió una Oda a la enfermedad, como su estado feliz de negociante. Y escribió el libro Cómo ser rico con veinte enfermedades. Absorto creo una armería, a la que nombró En defensa propia o ajena. Y ni tardo ni perezoso en estado de ensoñación imaginaba asaltos, guerras, enfermedades y defunciones. Negocio redondo y total. Sus lecturas favoritas eran la nota roja, las guerras e invasiones. Feliz, ahíto, pleno, su sonrisa jamás le abandonaba mientras las cuentas en el banco se incrementaban No vivió para contarlo. Más tarde que temprano.

Matadero 2

Larga fila de aspirantes a verdugo en la sala de espera para la prueba final. Nada nuevo. Un profesionista diplomado en aprovechamiento y valores  da la orden de horca y guillotina mientras sonríe para la fotografía. Una imagen dice más que mil palabras. Salta la cabeza de  izquierda a derecha cuando iba para atrás. Ninguna duda en mis certezas, dice el ciego al tuerto mientras en la sala de espera hacen planes para tomar el lugar del verdugo. Aún no cierran el telón cuando la gente con asqueada empieza a salir del teatro sin darse cuenta que es la puerta al escenario.  No hay memoria en el reino del olvido (y de la indiferencia).

Matadero

Lo llevan los jueves por la noche amarrado por el cuello. Se resiste y chilla. No presiente. No precisamente. Huele el furor y lo junta con su miedo instintivo. Amanece degollado el sábado. Se beben su sangre en las ceremonias. Tasajan su carne para venderal al mejor postor. Sus vísceras tiran a los perros y gatos. Los gruñidos fueron grabados, parecen discurso de holocausto. En ese lugar no habrá canto de pájaros. Ni ramo de flores. Sólo cuchillos, estiletes y sierras que separen a la carne, que rompan el hueso duro, que traspase la piel. Unos jugaron futbol con la cabeza en cadena nacional. Otros se disputaron en rifa el cerebro. El verdugo plancha su camisa blanca. Y sale a pasear al perro y al niño al parque. esboza la mejor de las sonrisas. Mientras su hijo juega en los columpios. El se dispone a leer el libro de siempre, uno cualquiera de Kafka.

Para Javier Sicilia

Por la vez última. Por la indiferencia a la contaminación del lago. Por haber escrito esquizofrenia y por la muerte del gato. Perdón por la voz desafinada. Por romper el pacto de agresión. Perdón por mirar sólo las estrellas y no fijarme en la piedra. Perdón por la honda, por la bofetada, por el vaso roto. Perdón por el color púrpura en el pelo. Por las botas de vaquero. Por los ojos puestos en la hondonada. Por la estampita en la chinampa. Por haber roto el espinazo del pez. Por la lotería ganada. Por el boleto perdido. Por lo no aprendido, por lo sabido, por la ganzúa que no abre las puertas del cielo ni las del infinero. Por la quemada del cigarro. Por haber desconectado el teléfono. Por no haberte esperado cuando andabas con las hadas. Por la palabra mal dicha, por la escrita sin razón. Porque intentamos todo. Porque no sirvió callar ni gritar a todo pulmón. Porque los dejamos libres, sin rienda ni freno . Por creer de manera ciega en los salmos. Por no creer de manera ciega en las...