A ti que traes la nube
A ti que me insuflas aire cuando desfallezco y el ánimo anda por los suelos. Cuando acercas tu rosa para mi sed. Cuando me abrazas por la espalda. El café me acercas o el agua simple. Y la hoja y la pluma para las palabras, y aparece en su belleza el sapo saltarín y el indiferente alcaraván. Y pones en mi mente esas palabras, estas, que desfilan como pájaros con sus vivaces cantos. Y los libros me acercas. A ti que motivas el escrito, los pasos a dar por el camino nuevo, nuestro. Que elevas el silencio a nivel de poesía. Que indagas por desconfianza y esperanza. A ti que bajas los nubarrones y dejas lluvia para refrescar esperanzas y sueños. Permites que viajen hasta aquí los griegos o romanos de apenas ayer y nos enseñen y jueguen palabras en la plaza pública.Y a los persas con su ajedrez primigenio. Qué sería todo esto de bienaventuranza si no tuviera el nervio óptico y los ojos para dilucidar entre sombra y luz. O la clave para descifrar sonidos con el ritmo y bombín de las notas. O la clave de tus manos en mi, o tú de mis manos en ti. El mago saca la chistera y aparece el conejo sin zanahoria. Soy yo mismo, mago o conejo. Llueve, es domingo. La sombra siempre anuncia luz.
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