Contar cuentos

Todos tienen un oficio. El propio, que dominan, y el que inventan: estatua viviente. Remero del Jordán. Guía del infierno. Trompetista de jazz. Profesor de juegos infantiles. Zapatero remendón. Entre todos el menos valorado es el de contar cuentos. Este oficio es una mezcla de escritor, faquir y actor. Dicen también que bailarín. Recopila y procesa en su mente. Y para ejercicio debe de mentir. Y lo ves -loves-declamando un poema con flor. Hace carambola y pirueta. Todo por hacer creer. Era un abuelito, dispuesto a pasar horas contando de un amor aquel, cuando la revolución y las cartas. Emoción. Y nunca acabar para tener al día siguiente que contar. Y el abuelo un día murió. Lo llevaron a enterrar. Vale la pena consignar, para saber, que en homenaje cada quien de los dolientes, que eran mayoría, dijeron una mentira concatenada. No se trata de cantar. Un cuento aquí: para vivir y dormir me han contado cuentos.

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