La vi

Apenas un muchacho, y ladrón, hijo de carpintero, o jardinero, algo así. La vio, bella, esplendente. Días después o semanas le arrebató bolsa con celular. Y ella lo reconoció dos días después o diez años, no se sabe bien. Con esa seguridad propia que exactamente era el delincuente, lo señaló tres veces a tres jóvenes que le acompañaban, porque precisamente no era bolsa y celular, sino su vida misma, dicen que dijo. Estos, adolescentes, detuvieron al ladrón, le echaron ácido en los ojos. "Para que no lo vuelvas a hacer", le dijeron. Se armó la tremolina. Él entendió, "no la vuelvas a ver". Lo llevaron con ayes que reflejaban el intenso dolor. "Pero la ví", dicen, ciego,  alcanzó a gritar: "¡la vi!, ¡la vi!". 

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