Vamos al río

La mirada la tenía fija. Y la sonrisa parecía de diamantes. Vamos al río, me ordenó de pronto. Cuál río, me pregunté en silencio. Si no hay río alrededor de cinco kilómetros a la redonda. Caminando, agregó. Yo le seguí la corriente. Los polos. Norte y sur. Uno no sabe, bajo la manga un cuchillo, o la carta de la suerte definitiva. Y caminamos en ruta al río donde no lo hay. Por el camino recogía florecitas silvestres. No soy yo hoy, me dijo. A veces sí. Y gracias por los discos de Aute y Serrat. Quise decirle que no hay río. Pero no dije nada. De pronto se cayó, y justificando me dijo: me eché un clavado. El agua está fresca. Se había quitado media ropa. Y riendo afirmó "nadie se baña dos veces en el mismo suelo".  Y rió desaforada. Hilillo de sangre en las rodillas. Empezó a llorar y se le entendió entre dientes lo que dijo, como masticando palabras: es que nadie me entiende, Antonio.

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