Y también mi cervecita, dijo Cuca


En Macultepec, poblado grande del municipio de Centro, vivió Doña Cuca, a quien le decían de cariño Cuquita. Dama muy estimada, allegada a los grupos de la iglesia católica. Su esposo, Tomás, la acompañaba a todas partes, desde los paseos al parque, las misas, hasta todo tipo de fiestas y velorios.
Un buen día le avisan que falleció un vecino, y ella, siempre piadosa y solidaria, se baña, arregla y acicala para acompañar a la comadre, viuda y ayudar en lo que se pueda. Prepara un bolsita de mandado, con lo que se acostumbra llegar para esas ocasiones sociales: café, azúcar, galletitas, pan bimbo.
Y entrando, directo se va hasta la cocina, donde ya están las mujeres, preparando algo para los dolientes y los acompañantes. Sus amigas la ven y al verla entrar sola  le preguntan: “Cuca, Cuquita, ¿y Tomás, vino?” Y ella, distraída, o acostumbrada a ese tipo de vacile, responde: ”sí, sí tomo vino, y de vez en cuando mis cervecitas”. Sueltan sus amigas las carcajadas en medio de la seriedad del evento y le dicen: “Cuca, vieja borracha”.

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