Supongamos

Supongamos. Que un día nos vamos para siempre. Que volveremos solo en recuerdos o sueños. Y dejamos por siempre estos espacios de dicha y dolor. Donde habitamos gozosos por años. En los que cantamos y escribimos. Y donde arriesgamos la suerte en una moneda al aire o a los dados. Supongamos que así será. de pronto el corazón cabalga brioso. A punto de romper lo interno. Y abrupto se detiene. Y el hueco del olvido se va haciendo más grande. Y los recuerdos andan vagos, como entre brumas. Supongamos que ya los perros cumplieron su ciclo de vida y esperan para ayudarnos al cruce del río Jordán. Y las hortalizas quedan para otros. Los árboles disfrutados en sus frutos. Y las bocas anheladas, de miel, con sonido ambiental en las miradas. Lo mismo. No podremos más tenerlas para los fruticosos besos. Supongamos que morimos y quedan las incógnitas de siempre. Sobre orígenes y destinos. La vida fue una aventura que no pertenece a nadie en propiedad. Y nos integramos a un nuevo proyecto del universo. Supongamos.

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