In Memoriam de Charito

Hoy nos despertamos con la noticia de la muerte de la doctora María del Rosario Piñeiro Ramírez, a quien conocimos cariñosamente como Charito. Y es como toda muerte una baja sensible para esta ciudad en estos días de pesadumbre, días lentos, calmados, pero que en esa calma guardan mucha esperanza, mucha fé, pero también miedo de ver por dónde la muerte corta vidas. Y siendo especial todo fallecimiento, porque hay familias y amigos, hay huellas y emociones, hay muertes que son doblemente dolorosas, porque son de personas que realizan una labor de construcción permanente, de suma de voluntades. Es el caso de la muerte de Charito. 

La conocí en la Secretaría de educación, al lado del maestro Héctor Sandoval, en la Dirección de Programas de apoyo a la Educación Básica. Nacida en Cuba, ella formó parte de los cubanos que por diversas circunstancias se encuentran dando todo de sí en el extranjero. Y siendo extranjeros entregan su tiempo y conocimiento para contribuir a soluciones nada fáciles en donde el egosimo y la soberbia, o la indiferencia campean,; y ellos mantienen sus brazos siempre abiertos para abrazar a la tierra donde radican. Hacen a veces y muchas veces, más que los locales. Y eso lo nota todo el que tiene la fortuna de conocerlos. Charito era uno de ellos. De ellas. Mujer comprometida con su encomienda, con su encargo. La veía de lejos enla Secretría de Educación. Pero siempre todos los que se referían a ella lo hacían con respeto, el que se gana a través del diario interactuar, en el trabajo de equipo con su liderazgo, basado este en el respeto a los demás, pero sustentado en un gran bagaje académico. Sobria en sus opiniones y precisa. Mirada siempre alegre y esperanzadora. Luego supe que salió de la Secretaría y que colaboró con el Instituto de Cultura hasta ayer en que se desempeñaba como Directora del Centro de Estudios de las Bellas artes, donde se preparan a los maestros y promotores de cultura.

Ella fue (me custa tanto escribir en pasado) de esas personas verdaderamente funcionarias, más allá de los nuevos jefes, más allá de las intrigas pueblerinas que se da en las oficinas, de las que el nuevo jefe, si es inteligente, le da continuidad a esa forma profesional de trabajar como lo hizo siempre Charito.  De las últimas veces que la vi y la saludé fue en eventos en el esperanza Iris, y en clausura de generaciones del CEIBa, a donde llevé la representación de alguno de mis jefes. Siempre cordial y efusiva. Mi pésame al Doctor Gonzalo Domínguez, su compañero de siempre. 

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