El amor

El amor es un festín con acordeón para interpretar canciones tristes. Es el amanecer con sol y una espina en el costado. Es el mayo en diciembre o el abril rampante: flor, frío, hojarasca. El amor es esa lejanía de duelo que dura eternidades mientras se transita la nostalgia. Es la libertad del llanto y el desconcierto. El amor es el reloj de arena que se extingue y renueva mientras bajan el telón de la existencia. Es el orden natural de las cosas, la visagra, la redondez, la cuadratura, lo cóncavo y convexo. Es el beso que se da bajo la sombra y se regresa en prenda sin pago por evento. Es el eterno y simple fin, historia de fuego redivivo. Es el sentido juramento, el nuestro, a pesar de saber de lo efímero de la vida o precisamente por eso. Es lo fugaz que trasciende y da sentido a la flor, la luna, al día. El amor es la lucha entre la memoria terca y el orgulloso olvido. Es mirarse eternidad en el espejo donde vuelve la sonrisa que nace desde muy adentro. Es el valor de enfrentar la oscuridad, el tedio, la rutina. Es el instante sublime de la fruta madura en el árbol momentos antes de saltar grave hacia la nada. Es el disco aquel, pirata con parche en ojo, de veinte canciones y el poema dedicado en público sin besos en privado. Es el conciliarse en vida por el cementerio, sin explicaciones. Aquí un crisantemo, allá la rosa, una lágrima. Es la historia como pájaro en el puño de la mano. El amor es mantener viva la esperanza , sin objeciones, ni recados o sabios consejos. Es mantenerse también en una esquina sin esperar que llegue alguien.
(siempre corregible)

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