Queremos tanto a Lácides García Detjen

Sin duda uno de los brillantes maestros de Ciencias de la Educación, de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, que siempre será recordado es Lácides García Detjén. Siempre sonriente entraba a clases e iniciaba un diálogo con los alumnos. Sus argumentos mostraban datos; su charla era muestra de un bagaje cultural, el cual comunicaba sin ámpula ni afectación. No hacía otentación de títulos. Nos impartía Desarrollo rural. Y con él fuimos a visitar la ranchería Las Flores, Huimanguillo, enclavada en la sierra de Tabasco. Por intrincados caminos recorrimos en camión hasta llegar a esa comunidad donde vivía y trabajaba de educador Julio Moure, un humanista español de gran experiencia en promover la educación reivindicativa.
El caso es que nos entusiasma recordar las clases de Lácides. Me parece verlo entrar al salón. Elegante en su vestir. Sobriente. Y un "hola, muchachos".
Originario de  Colombia, escogió a Tabasco como su lugar de residencia.
Gentil y amable, lograba hacer click con todos los grupos y con cada uno de los estudiantes, a quienes motivaba a leer, a escribir, a investigar. 
Nos hizo que viéramos con otros ojos las comunidades rurales. Que valoráramos más nuestro papel como estudiantes. Nos ayudó a seguir confiando en utopías. Que debemos esforzarnos siempre para alcanzar nuestros objetivos. Y a que nadie está derrotado, solo aquel que no se levanta aunque pueda. O nos derrotamos cuando no ayudamos a alguien a levantarse.
Otros tuvieron con él la fortuna de la amistad como alumnos. Yo tuve la fortuna de la confianza para buscarlo y pedirle asesoría en algunas tomas de decisiones. Uno de sus consejos era no sentirse menos que nadie. Y que uno queda a mano siempre con la persona que nos ayudó, porque esas personas necesitaban perfiles como los de uno en determinados momentos. 
La última vez que lo vi fue en un Sanborns, precisamente en la librería. Alguien a quien  yo no reconocía se sonreía conmigo y me hablaba por mi nombre. Yo me acerqué aún sin reconocerlo. Las terapias radiológicas la habían hecho perder parte de su fisonomía, pero no su sonrisa ni el suave y tibio tono de su voz. Lo reconocí y nos abrazamos. No tenía yo palabras para decirle. Lo abracé fuerte. Y le dije que lo queríamos mucho sus alumnos, y que nada anhelábamos más que su salud. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam