Café

Americano, por favor. Y no hay nadie en el local. Ni meseros o usuarios. Apenas mesas con capa de polvo. Platos y tazas en el lavabo a la espera de mejor momento. El aroma del café quedó en las paredes al igual el barullo de las pláticas y sueños. Nada. Yo sigo aquí. A la espera de compartir tus sueños y la palabra. A continuar en la lucha por la vida. A desdibujar soledades. Es probable que yo ya no esté, es cierto, apenas conciencia dormida ya para entonces en cripta. Y desde allí perciba el local para café donde estuvimos. Es probable que no estés a causa del cansancio normal, a causa del final fin del libro. Mientras, no estamos. Este domingo. Aquel. El próximo. Yo sigo aquí, que es no sé donde. Aferrado a un sueño, humo, nada. Aferrado a nubes, lunas. Es domingo, tomo café. Oro de elemento no de orar es nada comparado al abrazo, ese.

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