Dónde

Sé que sé. Atrasito de la sombra. Al lado del fruto en el árbol alto. En el crepúsculo, que es un amanecer u anochecer, ni justo antes ni después, donde la sombra es alcanzada por la luz o viceversa. Y el zensontle en la mañana, de mil voces. Y en el poema, o aleteando en la flor. En la manzana y en el olor a durazno y guayaba. A la vuelta de la esquina. Dentro y fuera de las iglesias o templos. En el hospital y precisamente en la cama del terminal. En la sonrisa del niño, aún en el hambre. En el abrazo del hombre (y mujer, o no). En la brisa suave que leve mueve hojas. Y en el ventarrón huracanado que derriba orgullos y árboles. También en el rayo (oh, dayos) con estruendo o silencioso. En el rabo de nube. Y esas figuras como barbas de dios.  En los caballitos y unicornio. Y en la rueda de la fortuna y en los niños con bolsillo vacío que la miran. En el que espera regalo de reyes (que no llegarán) y aparece como magia un regalo. En el beso de tornillo en las esquinas de luz aún a oscuras. Por allí y aquí, en todas partes. Dondequiera que estés.

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