Guiño de libro

Los discursos sobre los libros, quedan de lado y sin importancia cuando uno de ellos te guiña una página. Me ha sucedido un montón de veces en la vida. Un libro, los libros, coquetos y de ensueño. El espacio no es para abrir el anecdotario. Pero me sucedió ayer. Precisamente. En un estante de exhibición. Una cajita pequeña, un título sugerente: Carta a D. Un alegato filosófico sobre el ser y estar en las convenciones sociales y la razón de ser de la pareja. Eso de imán y cóncavo y convexo. Había cientos de libros y revistas. De formatos distintos, con títulos sugerentes y colores llamativos en la portada. Y entre todos ellos fue el único que me hizo un guiño. En silencio logré escuchar el susurro del llamado para irse conmigo, en escape sublime para entender las razones de su alegato. Lo tomé entre mis brazos, lo abracé, acaricié, tomé foto como modelo. Y finalmente lo dejé, abandonado. Supe de su esencia, por las palabras en la cuarta de forros: ""Acabas de cumplir 0ochenta y dos años. has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos, y te amo más que nunca. Necesito reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo su sentido, gracias a ella, somos lo que somos, uno por el otro, uno para el otro. Te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos." André Gorz.
Y queda de cierto que todo libro tiene una ruta, un rumbo, para llegar al lector. Y si alguien dicta, lo creo, lo sé,  también ese alguien dispara la flecha para llegar a uno, a ti.

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