Carta a Dios

Gracias por el rododendro y la sinfonía. Por el exacto conjunto de elementos. Por la rosa en el edén. Y el discurso del ciudadano general de los abrazos. Y por el libro, donde caben las conjuradas combinaciones de las piezas del ajedrez. Por la exacta mujer y el hombre que vertieron en cáliz sus palabras y miradas para mí, en el honor sea de existir. Por el ser, este, arrebatado de juicio, oriundo de lugares donde no se nace ni se es y que va como si nada, desperezado.  Por la luz incienso que me recorre las venas y me descansa, por si fuera poco el afán del día de ayer. Por el tren donde suceden los destinos de estación en estación.  Por la carta aquella con flecha dirigida. Gracias por darme la luz necesaria para entender  que mi destino tiene origen y final. Y donde toque estaré al servir. Por esos besos de lechuga romanita que me hacen caminar mejor. Por los alisios y contralicios y por la cirrus donde me encontré al viajar. Y por el tapete mágico de la infancia. Y a no dudar, por la hoja seca que está en el libro aquel. Poesía. Por ti, por mi.

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