Llegué

Llegué como estatua. Piedra solar apagada. Ánima sin referencia alguna de pasado o presente perpetuo donde se escribiera nombre brillante. Acudí al espejo en una fuente de agua y bebí para saciar el hambre. Era la niñez. El frío. Una sonrisa. Lancé una piedra al futuro. Tracé una linea finita hacia la estrella más cercana. Y oscuridad a veces. Otra, luz.  Encontré el modo en las palabras. Sibaritas de ocasión. Palabras vestidas con el canto de la antiguedad. Un tono especial con música. Oropel. Eran palabras que se escondían en los quicios de las puertas. O se montaban en hojas secas. Vislumbres en segundos de toda la existencia. En segundos desfilaban las palabras. Esdrújulas o graves. Alicientes con significado en el aire. Notas musicales o ayes. Así. Entonces les puse un sombrero para que no se asolearan. les di de beber agua fresca. Y entonces las palabras dijeron hemos llegado. La infancia fue estación de paso. Y si digo que llegué como estatua. Es que al pasar por la Cibeles, me dio por invitarla a bailar.

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