Creo

En el polen con el viento, la flor. Y en el grafito que deja huella del paso del hombre. En el octaedro, ocho cartas perfectas para adivinar el futuro. En el pájaro ciego y su canto. Mal de amor, bien de la reconciliación. Y en el beso de tornillo. En el pozo de agua, fuente. Y en la biblia con sus historias realidad, de Job, por ejemplo, y Salomón. Y esa edición de cuna. Y en el libro en el que mi hermano a mis cinco años  me enseñó a leer. Y en el puente de papel, donde al pasar leí las Mil y una noches. En un puerto soñado de Estambul, donde aprendí a beber licor. Cromos azules, dibujos de los dos caminos en el valle. Creo en la ruta del olvido, una vez, dos veces. Y regresar al libro. Para verter el caliz  sobre tu piel. Creo en el campo, polvo en levantisca, pero que no llega al toronjal. En el canto que viene desde la caverna, y en el ritual del aparear. En las máquinas simples que nos hicieron ser. En la cúpula de la catedral y en la cópula como fricción de pedernal. En la ambición como motor por tener mas: esperanza, humildad, palabras necesarias. En el perfecto cosmos y en ese inicio infinito que un día terminará, a semejanza de eternidad. Tengo, como templo, no significa nada sin el ser.

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