A mí

De mi, hablar sería vituperio. Qué más que el halago. La ciencia. Los premios Nobel. La inyección letal en las cámaras de muerte a los justamente condenados. Productos del campo con manos nobles. Cerdos y vacas infladas al matadero. No olvides la tabla de elementos y la sibila. Además el alfabeto, la imprenta, la biblia. Y sin embargo resalta el estrés producto de las prisas y los cobros. Púberes a la guerra contra otros púberes por democracia, dicen y esa sangre derramada al infinito. Chillido agudo para estar allí donde el gas acaba neuronas antes de proceder el fin. Cáncer halcón de Usa donde mira petróleo dice armas químicas. En el orden de los días, aparece cíclica de mañanita la luz, para develar pareceres. Y se invita a la reflexión mientras se construye, en conciencia, la más grande Torre de Babel. Todo sucede. Peor es la indiferencia. Aquí estamos. A la orden. El más grandioso yo en el autoelogío. Minúsculo yo en la inmensidad del universo y lo insondable del tiempo.  No hay el bien o el mal. La carne perecerá. La ceniza perecerá. El tiempo engulle toda conciencia. El yo es indestructible, causa y efecto.

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