Instrucciones para hacer llorar a un león

 Nunca hagas enojar a un león. Mejor es distraer su mirada en las colinas con abetos. Y el león pasa orondo para fijar olor por donde siente y sabe territorio propio. Ni mira humano y al ataque, no. Camina elegante en su saber de rey. Sin embargo ese poder queda corto ante la guitarra con manchas de tigre y copos de nieve en las calles. Saca espuma por el hocico y se olvida de la torre Eiffel y de Babel. Al conjuro, niega comer la zanahoria, pero dice el conejo que lo vio feliz. A escondidas, quizá. A veces deja de probar alimento para ver si solo así el aprendizaje. Y se le mira flaco cojo de un solo pie. Cuando el hambre, acerca su garra a la presa hipnotizada. La instrucción es: hágalo llorar con poesía. No hay nada mejor, que de eso las lágrimas no se sufren. Así pinten al león.

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