Café de sábado

Tómate un café los sábados. O dos. Solo o acompañado. Importa sí. Porque te conectas con el pasado. De los sabores de pueblo. Del campo. Acompañado has de volar con las palabras y las risas. Solo has de volar sin anclas ni cortapisas. Viajarás en el soliloquio de los recuerdos y planes. Un café o dos. Y no precisamente los sábados. Cualquier día. Cualquier momento del día. Entrecerrar los ojos. E irte. Y volver para otro sorbo. Yo escribo y escucho a Serrat. Canciones de MIguel Hernández. Niño yuntero. Y escribí hace rato la cuartilla de la nueva época de Historias conocidas. Un café es bueno. O dos. Con poca azúcar, por eso de prevenir la diabetes. Que por cierto, ni se diga. Reitero que la vida es bella. Y que en la edad ya voy extrañando lo que dejaré más temprano que tarde. Los amigos. Los libros. Las miradas. Los versos. Sí. Ana Belén, La Cibeles. Luego La Puerta de Alcalá. Y sorbos de café caliente.

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