El perdón HC2



Si, claro, como es de suponer, el tema del perdón lo saco a flote por los mensajes que inundaron las redes sociales estos días pasados sobre la petición (o exigencia) de perdón que hizo el Lic. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, a Felipe VI, rey de España, por el tema de la invasión brutal hace ya casi 500 años a estas tierras americanas, que tuvo como consecuencia saqueo descomunal, destrucción y muerte.
Buenas razones a favor y en contra. Algunas informadas e inteligentes. Y otras de una manera grosera también de uno y otro lado. Como si esas posiciones irreconciliables ayudaran en algo a la concordia del país.
En charlas en el 2018 sobre salud mental, que el amigo colombiano Armando Rey Sánchez tuvo con supervisores y directores de escuela, entre otros temas compartió que “la felicidad de las personas depende en gran medida de agradecer y perdonar”.
El agradecimiento por la vida, la salud, por lo que tenemos, y como dice la canción de Roberto Carlos, “te agradezco, Señor, un día más, te agradezco, Señor, que puedo ver…”.  El agradecimiento a aquellas personas que, como ángeles terrenales, acudieron a nosotros para ayudarnos a salir de un problema, o que nos dijeron palabras que como bálsamo nos confortaron, o que, solidarios, nos acompañaron en los momentos difíciles.
El asunto del perdón, eso sí, más difícil en la manera planteada por Armando Rey. No sólo perdonar a los que nos hicieron daño, sea que nos lo pidan o no, sino, pedir perdón “a quienes nos hicieron daño”.
Ser agradecidos a lo mejor es fácil para las personas dignas, para las personas de conciencia verdaderamente humana. Mas “pedir perdón a quienes nos hicieron daño”, es mucho más complejo y nos rebota la idea por el paradigma de pedir perdón a quienes les hicimos daño, y en todo caso otorgar el perdón.
Al respecto y a manera de ejemplo nos cuenta el terapeuta Armando Rey de una paciente de 40 años que fue a exponerle el caso de su sufrimiento por odiar a su padre, en razón de que –campesino él- quería que hubiera nacido niño, y siempre desde la infancia y juventud se lo reiteraba, al grado que la hija lo odiaba a más no poder. “Tú lo que tienes que hacer para curarte es pedirle perdón”, le dijo el sicólogo. La paciente, sorprendida, le respondió: “yo pedir perdón, doctor, pero si fue él el que me hizo daño”. A lo cual el humanista Armando Rey le respondió: “sí, vas a ir a su casa, le vas a decir que vas hablar con él, lo abrazas y le vas a decir que le pides perdón por no haber comprendido su pensamiento de querer niño y no niña, en tu nacimiento.”. Y nos cuenta que así lo hizo ella y que ambos lloraron. Y que ahora ella visita a su padre seguido, conciliada con la vida.
Cada quien saque sus conclusiones. Lo que sí es que en nada nos ayuda confrontarnos por la misiva enviada por el presidente de México al rey de España.
Yo no estoy en contra de ese planteamiento para que el rey de España pida perdón a los mexicanos por esa invasión. Solo que hay que empezar a redactar otras cartas hacia otros destinos y  otros nombres, como también ya se hizo una dirigida a Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco, jefe de Estado del Vaticano.

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