Has muerto, camarada

Has muerto, camarada, en el momento del olvido. Que inició al asomarte al espejo y mirar el espectáculo del tiempo. Una mirada perdida. Una voz sin eco. Y la sonrisa mueca del corista. Y siguió el caminar por las calles de polvo y pasar junto a ellos y ni un asomo de saludo, o mirada carnal aún con reclamo. Junto a ellos nadie pasa de tu estatura. Ni con tu nombre. Ellos existen. Tú los vuelves a su espacio en el mundo. Ellos te devuelven a la nada, que es el destino de todos. Bugambilias y rosas. Día festivo. Con Cesta llenas de oloroso duraznos y rojas manzanas. Eres tú, camarada, a quien llevan en cortejo. Tu a quien por anticipado olvidan. Porque no les haces faltas.

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