Horarios

Cuarenta años de horarios. De ocho a una. Y otros tiempos de ocho a dos y de seis a tres de la madrugada. Un ritmo de corazón agitado. Montado en caballo de carreras. Entradas por salidas. Y a veces el mérito de detenerte a un bocadillo. Y vaso de agua. Y así en el día a día. Sin más fin que el cambio de mes. De años. Sin brida ni freno. Más llega el día en que falta aire. Es cuando te das cuenta que la vida es eso que se escapa a cada instante. Ahora miro solo adelante. El presente tiene un ritmo lento. En el que los días se van rápido. En un tren que anuncia ruta hacia la penúltima estación. Cae las hojas en cámara lenta. Nos vamos. Se van. Adiós.

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