Del templo

Cuando hablo del templo. Refiero a la casa única que tenemos. Por la que existimos. Y donde somos los dioses nosotros mismos. Menos sí, del Dios de todos. Mucho menos, lo aclaro. Mas el templo es el que habitamos terrenal. A donde nos dirigimos cuando vamos y a donde llegamos siempre. Porque es la terrenalidad del alma. Es donde alienta el suspiro. Y a donde los sueños aterrizan. Aterciopelado el alma, habita el templo. Y es a donde acudo cada vez que tengo visiones de alegría. Preciso ese templo que miro. Grandioso y perfecto. Donde las terminales se enlazan para soltar la risa. El roce pedernal del fuego cuando la caverna. Preciso el templo. Y oro. De orar. Para habitarlo cada vez que se nostalgia el futuro. Y el presente es este. Templo donde estalla el universo nuestro. El instante pleno. Santifico el templo. Pensamiento de las cien mil imágenes por segundo.

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