Aquella hoja

Aquella hoja. Aquel pez. Ese promontorio de tierra. Son lo mismo. Muestra de lo tangible. De lo que hicieron. Y sigue. El agua y el viento. La luz del sol. Ignoto campo descubierto. Vida o muerte. Conciencia. Otra vertiente. Como derecho. Libertad. Historia. Me entretuve en cuentos. En bellas historias. De máquinas simples. Revoluciones. Plusvalía. Y me hablaban del demonio Comunista. Ya estas en la lista. Y to escribía la palabra usura. Junto con explotación y muerte. La poesía se reveló entre los declamadores. Sus arranques en ademanes. Y su llanto. Acudí al sicologo y el teatro. Habi algunas comedias en monologo. La historia del espejo. O Diario de un loco con Ancira. En las aulas busqué el hilo de la conversación en ideas. Es la religión, la ciencia, que lo explica. Y me quedé en las mismas. Los años y el espejo. Los razonables consejos. Y estaban las dudas. El mono y el aveztru, se intoxica Ron de Filósofia. Y se impuso lo tuyo es tuyo. Y lo mío es mío. Aleluya. Hasta que encontré Despedida, de Alejandro Aura. Y luego me puse de rodillas. Y apenas comprendí. De despedidas. Del polvo y la nada.

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