Me gusta soñar

Me gusta soñar. A veces me sucede. Sueño y recuerdo nítido. Como si hubiera sido realidad. Los rostros, las palabras, la situación. Una ciudad que no conozco. Algo que me sucedió. Lo que sucederá. Mis padres muertos ya hace años, caminan conmigo. O me abrazan. Sus rostros reflejan siempre tranquilidad. Y eso me agrada. En el sueño mismo sé que son sueños. Y me despido de ellos con un hasta mañana. Pero de allí no vuelven. Sino hasta dos o tres meses después. Quizá se entretienen en sus cosas de difuntos. De espíritus intangibles. Y se aparecen en los sueños de otras personas. Dicen que los muertos nunca son soñados por dos personas a la vez. ha de ser que no tienen el don de la ubicuidad, como tampoco los vivos. Me gusta soñar. A veces han sido pesadillas. No de tal gravedad que me despierte con horror y miedo. Pero sí, alguna ansiedad o preocupación. he soñado una ciudad de ladrillos rojos. Asimismo un edificio de los años 40, a donde asciendo con ese don que solo se presenta en el sueño; me asomo por la ventana de un apartamento en el piso 10 o 18. Y toco la ropa antigua, miro y admiro postales. Leo cartas manuscritas. Veo una guitarra, un piano. Otras veces me sueño desnudo. Busco con afán algún pantalón o short. Para cubrirme, por pena. Aunque sé perfectamente que es un sueño. A veces llueve. Y siento en el sueño la humedad. Si la vida es un sueño, quién soñará estos instantes, estos precisos instantes.

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