In memoriam de Guadalupe Vázquez Morín a dos años de su muerte

La mañana del 8 de mayo del 2018, a eso de las 10 30 horas , en un camino vecinal de Jalpa de Méndez, acribillaron a balazos, a Guadalupe Vázquez Morín, a quien le decían Lupillo, maestro jubilado, radicado en Tabasco desde 1979, originario de Monterrey, Nuevo León. Yo llegué de Matamoros, Tamaulipas, el mismo año, días después. Y llegó a la Ranchería Benito Juárez, de Jalpa de Méndez. Maestro de primaria como yo, que llegué a la misma escuela.
Era quizá un año mayor que yo. De pelo ensortijado. De hablar tranquilo, suave.
A la hora del receso del primer día de clases nos identificamos. Como era la escuela más lejana de la cabecera, estábamos casi puros maestros nuevos, a excepción del director, del maestro Domingo y la maestra Carmita. Los demás éramos jóvenes. Tanto tabasqueños como de otros estados. Mateo, Jorge y Carmita León, chocos. Margarita, Gilda, Lupillo y yo, de fuera. Yo que iba con la esperanza de que la escuela tuviera casa del maestro, para quedarme allí, por no tener dinero, me explicaron que la mesa directiva de padres junto con el director, el maestro Juan, tenían acuerdos con dos familias para que los hombres nos quedáramos en una casa y las mujeres en otra. Así que a la salida me llevó Lupe a la casa de doña Carmita Suárez, porque allí me quedaría.
Desde entonces fuimos inseparables por lo mismo. Los fines de semana nos quedábamos en casa de Jorge Castillo, o nos íbamos a la playa de Paraíso el grupo de maestros y maestras.
Solo que a mí me cambiaron de escuela en febrero de 1980. Pero seguimos manteniendo una amistad, que se mantuvo, aún que en los últimos años nos vimos poco. Yo en el 1984 me fui a vivir a Villahermosa para estudiar Ciencias de la educación en la UJAT. Él se había casado con Carmita, de las familias de Benito Juárez, trabajadoras, con valores a carta cabal.
Por eso el dolor al recibir el aviso de su muerte ese fatídico 8 de mayo de 2018. Fue en un asalto para quitarle el carro que acababa de comprar, un Verza negro. Uno quisiera saber exactamente qué pasó, cómo sucedieron los hechos. Pero eso va quedando cada vez mas lejos en el tiempo. No en la memoria. Y el caso es que le arrebataron la vida, inmerecidamente, dejando inmenso dolor, a su familia y amigos.
En el transcurso del tiempo desde cuando nos conocimos él estuvo en mi casa de Matamoros. Yo fui a la suya en Monterrey, con su hermano mayor maestro, Tune. Vimos crecer a nuestros hijos e hijas. Apadrinamos. Fuimos varias veces a su casa en Jalpa. Él con su familia estuvo aquí y en otros lugares donde he vivido. Cuando vino mi papá Don Juan y un hermano y un amigo, los llevé a Benito Juárez 2a, a la casa de los suegros de él. Que fue una familia que siempre nos distinguió con su amistad.

El fatídico día yo estaba en una junta de trabajo cuando sonó el teléfono. Era María Nieves, su cuñada, quien me avisaba del asalto. Luego entre sollozos lo fatídico con la esperanza de que fuera un error: al parecer ya falleció. En el transcurso de las horas que siguieron recibí otras llamadas de amigos cercanos, aunque hacía muchos años que no veía. Sabían de la cercanía que tuvimos, junto con Jorge y Manolo Castillo  con Héctor Ariza Moranchel. Lupillo sembró y cosechó muchas amistades más en Jalpa por su don de buena persona, por tener la educación familiar que no te permite hablar mal de otros, ni expresar envidia, ni sentir odio, y por jugar maravillosamente al futbol, aún activo en los equipos veteranos hasta el momento de su muerte.
En su funeral llegaron muchas personas. Tanto maestros, futbolistas como choferes de taxi, ya que tenía algunos años trabajando turno en taxi. Su entierro el 10 de mayo fue muy emotivo. Con discursos fúnebres muy sentidos.
Hoy lo recuerdo. Y lo hago de esta manera. Mi abrazo para Carmita y sus hijos.
Hoy le dedico este texto y la lectura a su memoria, transmitida por Facebook live, a las 3pm.
 Dicen que morimos cuando nos olvidan.

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