Las palabras

1. Pienso en las palabras como si fueran mi pasaporte. Documento que me identifica y me permite viajar. Con el saben quién soy, de dónde vengo, y me corresponde decir a dónde voy. Hablar es mostrarlo. Callar es esconderlo. Si digo manzana o papaya, es mi parte vegetal. Si digo el nombre de una isla es porque soy tierra que me espera como destino. Si digo piedra es porque he tropezado ya tantas veces. Guardo celoso mi pasaporte. Y solo lo muestro como identificación. "Diga diez palabras al azar". Y no hay pierde. El agente secreto sabe exactamente quién soy. Y hace su reporte sobre los viajeros. "Las palabras son también su cárcel", me dice serio. "Más bien, mi celda abierta", le respondo. Serio me dice "Ándele pues. Pase". Y sigo mi camino.

2. Pienso en las palabras como mi juguete. Salto un banco. Saltimbanqui. El salto es de felino. Trata, fiero, de alcanzar el papalote. De niño supe que se puede jugar con ellas. Amor es Roma, dije. Y remontamos el resultado cuando ya estábamos perdiendo. "Sustancia" supe lo que era porque ya había visto derroche de ellas como incontinencia. Son juguete y juego a la vez. Son para divertirse erguido. Los niños son respetuosos con las reglas del juego. Nadie salta alto antes. Solo cuando es preciso y necesario. "Yo he visto volar a las palabras y planear entre las nubes". Nadie me hizo caso. Y menos quienes quisieron patearlas como si fueran balón de futbol. Todos estaban fijos en el podium de predicación, como fotografía. Yo ya había volado.

3. Pienso en ellas como mis huellas. Ya me habían dicho que pusiera la huella. Se asomaron a mi iris, como a un pozo de noria. "Con esto no se puede", me dijeron con gesto adusto. "Probemos entonces con los dedos. Y así desfilaron índice, meñique y anular. Las lineas dactilares para huella no eran ya notorias. Trataron de borrarlas, justifiqué. No me creyeron. "Usted está haciendo trampa". Anotaron algo incomprensible. Y me dijeron siéntese en aquella esquina. Y aquí espero que me tomen la huella. No dije más. No sabían ellos aún, que con las palabras es más fácil saber quienes somos. 

4. Como si fueran un sueño. Y me largo a otras ciudades que en otras vidas conocí. Allá andaba en las horas del sueño y de vigilia. Recorría calles rojas y entraba a casas rojas. El cielo rojo dominaba. Y los contornos apenas lo diferenciaban con las nubes rojas, para la lluvia lo mismo del color sangre, por si las dudas. Despiertas y sabes que es otro sueño, del que ya no hay escapatoria solo con la muerte. Y es cuando comprendes que una imaginación nos retuvo un tiempo para hacer pruebas con nuestros movimientos.

5. Como si fueran obreras. Tercas y disciplinadas hacen su trabajo. La poesía no es los e ellas. Tienen uniforme. Repiten hasta el cansancio como si estuvieran en la banda de producción en la fábrica. No hay sindicato que las defienda y las ocho horas de la jornada son las mismas que otra jornada como horas extras en el mismo día. Construyen ellas. Sus manos, llenas de callos, con acentos mal ubicados, sin mezcla para unirse unas y otras, construyen disparates, loas como edificios que se derrumban con los primeros vientos. Ellas, invisibilizadas, se dicen ente sí mismas que el silencio también tiene su valor. Esperan su salario, calladas.  

6. Como si fueran artistas entran a la pista. Antes les dijeron que pueden echar maromas, hacerla de mimo, poeta o músico. "Sí, música". Y pasan de una nota a otra, en bajos decibles. se detienen en los bemoles y en las notas semifusas, que entran y salen casi al instante, como timbre de campana digital. A veces cambian de escenario. Y saben lucirse donde deben, en tus manos con un beso, o se precipitan al oído, actuantes. Cuando bajan el telón no saben a dónde hacerse, porque nadie les ha comprado casa ni un departamentito, aunque fuera chiquitito de un solo cuarto. Mientras tanto quedan mudas, para ver si en la otra. 

7. Como si fueran maestras. Tratan de ser la primera y la última. Se dilapidan en consejos e instrucciones, que entran en un oído y salen por el otro, sin más huella que la incomodidad de quienes están dirigidas. Nadie les hace caso. Piden su café, par reflexionar entre ellas, para ver si encuentran las razones porque son incomprendidas y atacadas, como si fuera vergüenza aprender de ellas. Porque andan en todas partes, tratando de que aprendamos el abecedario, que las constituyen en la sonoridad, o fonemas, se les dice. Aprender de ellas es necesario para no decir sandeces, de las que luego nos arrepentimos.

8. Espada. Como si fueran espada o sable de guerrero. las palabras tienen filo y punta. Rajan tablas con facilidad como si fueran res abierta. Y son capaces de sacar las vísceras con una sola. a veces se prestan para hacer bellos cortes, de los que no dejan huella, como los amores pretendidamente eternos. Y así van, digo, las palabras, que no las espadas, aunque si lo fueran, dado lecciones de filo, por ejemplo dando besos en lugares oscuros, que se prestan tanto para ello. Mas luego al tiempo bien ala debacle y con ellas las injurias refiriendo engaños. Y cada quien desenfunda en lugar de meter el sable en la vaina par que menos daño haga.

9. Amigas. Sí, amigas. Las palabras te escuchan y te contestan. A veces las utilizas -a las palabras- para dar consejos o preguntar si todo está bien. se quedan calladas cuando estás comunicándote con migo mismo, con tu yo interior. Y te dicen tonto, aprovecha la oportunidad. O detente. Son sinceras. Como amigas son tus cómplices. Compañeras de viaje. Confidentes puedes contarle s lo que quieras, lo que más te duela. Y estarás seguro que ellas te guardarán el secreto, a menos que las autorices a que griten a los cuatro vientos. La empujarás a que salgan a contar tus cuentos.

10. Como si fueran cómplices. Saben más de ti, que tú de ellas. Apenas andas investigando lo que realmente son, lo que valen y lo que representan. Solo que para esas investigaciones trata de que no se enteren. Porque entonces, sintiéndose traicionadas, te desnudarán metafóricamente, para que todos sepan la manera como las hilas, como  es la costura tuya por dentro. Alcahuetas celestinas guardan tus secretos. Llevan tu mensaje encriptado o en sobre abierto. Según las necesidades del momento.

11. Las palabras sin ton ni son, apenas serán huecos sonoros, cargadas de vacío. Es deber nuestra cargarlas de tiempo,  preñarlas de futuro, aunque suene cursi.

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