En el salón Calavera

Estoy, hermano Alejandro Aura, en tu Salón Calavera. Encomio las palabras de todos, donde se nota tu vena. Allí me lanzo en las tardes para amarrar mis recuerdos que me muerden como hienas. Y mi piel se subleva ante la belleza del recuerdo de playas serenas,. Sé, Alejandro, que ella ya de ti ni se acuerda. Mientras, escucho que anuncian, entre luces, la aparición de las estrellas. Y te escucho en esas risotadas que se mezclan con los sueños de futuro. Y el humo. Y el humus. Dondequiera que estés, te comento de la llamarada aquella que inició todo. Se incendia El calavera. Pero desde antes. Mucho antes eran tus manos unas sierpes que se movían al compás berbiriquí de tus palabras, y el estilo de hacer reír hasta con las imágenes más simples: un duelo, una toronja, y el recuerdo de la novia primera. Alejandro Aura, poeta y visor de luces, tus palabras. Más tarde, en horas al vuelo del día, me encontré tu testamento poema en carta de despedida. Te habías echado clavado a la penumbra, mientras tus sueños hechizos se elevaban. Y hoy en el Salón Calavera, en Villahermosa, Tabasco, tus palabras reverberan. Tus palabras jocosas, tu mirada como en sueños, bruma del alcohol, en la de los mil actores en escena. Y en esa ingenuidad de la tropa de medianoche, entre las lubricidades del habla, de la clase mediera. El sonoro encabalgado de las notas tristes de Amor perdido, por Toña La Negra. Alejandro, gracias por tus palabras. Las tomo prestadas para llegar al alba. Esta es la despedida, Salón calavera, que te fuiste en llamas. Mientras tanto "nos vamos. Hago una caravana a las personas/ que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós."

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