Texto amargo sobre los azúcares

1. Me gusta la limonada azucarada. Me gusta la tarta de manzana. El pastel de tres leches. Los frutas en almíbar. Los dulces de coco y orejaemico que acompaña al pozol. Me gustan los dulces cristalizados de calabaza y camote. Me gustan los plátanos fritos. Los churros tradicionales de Mayito. Me gusta comer el chocolate abuelita así directo de la caja. Me gustan los mazapanes. Le digo todo esto a mi doctora y se espanta. Le agrego que me gusta el ziguá o torta de elote. Y le digo que de niños comíamos tortillas calientitas con azúcar. "Santo Dios", exclama. "Usted es candidato ideal para la diabetes". Yo le digo que me gusta... todo ello pero los evito. O me atengo a las consecuencias. Si un terror tengo es llegar a ser diabético. 

2. Hay dos momentos en los que he reflexionado en mi salud. Quizá haya otros, pero recuerdo nítidamente dos. Y me sirven para mi texto de hoy. Uno fue cuando en 2016 me enteré que había una conferencia sobre la diabetes, y acudí, presto, para saber realmente lo que es. La conferencia la dio una Licenciada en enfermería. Entre otras cosas más, dijo que el páncreas es el encargado de producir la insulina que se requiere para conducir los azúcares a donde son necesarios. Entonces el cerebro reconoce la cantidad que ingerimos de azúcar, le ordena al páncreas que produzca y ponga en circulación la cantidad de insulina necesaria y adecuada para la cantidad de azúcar.

3. Hasta allí no hay problema. Este surge cuando el páncreas, muy trabajado desde niños por los malos hábitos alimenticios, los tantos dulces de las piñatas,  poco a poco deja de producir la insulina que requiere nuestro cuerpo para manejar el azúcar que consumimos. Y entonces el azúcar libremente se queda en circulación en la sangre y empieza a hacer destrozos en los riñones, en los ojos, en las piernas y pare usted de contar. El páncreas dice la bella enfermera metafóricamente (así dijo), es como si recibiera la señal de producción de insulina y esta tocara las puertas de las células e ingrese en ellas y nos den la energía que necesitamos. Pero sin insulina ese proceso no se puede completar. Por eso el tratamiento a la persona diabética es inyectar insulina que cumpla la función de la insulina producida de manera natural por el organismo.

4. Yo tenía una amiga que ya murió, pero mucho antes, con una herida en el pie que no le sanaba, la llevé con el doctor Eliseo Gordillo, especialista en el pie diabético, que le dio un tratamiento para su cura. Luego de lavarle y curarle la herida  le dijo: "lo importante es seguir el tratamiento normal de los diabéticos. Y no hacerse el tonto. Los daños por el descuido en el tratamiento son irreversibles, hasta que matan a la persona diabética, pero antes le pueden amputar las piernas. Y para conseguir un riñón está muy caro y difícil. Y peor si no lo puedes comprar.

4. MI madre era diabética. Acudia puntualmente a su consulta mensual en el Centro de salud que sigue estando en la calle Sexta y Solernauu, de Matamoros. Me contaba que cada año la institución les hacían fiesta con comida, pastel y refrescos para diabéticos y música. Y además les entegaban diploma de diabético cumplido con el tratamiento, a quienes acudían sin faltar a sus citas, ni legar tarde. 

5. El consumo de azúcares es una constante y mal de nuestros tiempos. Dicen los que saben que es peor que las drogas ilegales. Viene en tantas presentaciones y disfrazada en otras tantas. De hecho el consumo personal es brutal, por más que hacemos el intento de ignorarla. El azúcar está en tu mesa y la alacena. Está dentro del refrigerador. Y lo mismo las sales, solo que ese es otro tema. Por eso las botanas en las cantinas dicen que están muy saladas, porque el cerebro confundido manda la señal de consumir otra y otra cerveza.

6. Pues luego de esa conferencia sobre la diabetes de la que les hablo, que fue impartida precisamente en un edificio que se encuentra en el velódromo de la ciudad deportiva, aunque yo andaba con zapatos de vestir y fe guayabera, me puse a dar tres vueltas a dicho trayecto que rodea la ciudad deportiva. y de allí empecé y seguí haciendo ejercicio para alejar la posibilidad de contraer diabetes. Y aunque me encantaba el pan dulce y toda clase de pastelillos, incluyendo los gansitos y demás de esa fábrica de golosinas chatarra, por esos meses disminuí dicho consumo. Aunque luego vuelvo a las andadas.

7. El otro hecho fue el libro de "La panza es primero", de Eduardo Del Río, mejor conocido como el caricaturista Rius. Lo leí de pe a pa. Y a partir de allí aborrecí todo tipo de carnes, digo, especificando, las rojas de las vacas y los búfalos, y las semblanzas como las de las gallinas y los conejos. Solo comía pescado, menos el pez basa que viene de los países asiáticos. Tampoco le entraba a los ostiones, por lo que conlleva de bacterias que tienen su nido en esos animalitos que parecen excreciones de nariz. Cuando me invitaban a carnitas asadas, y les hacía la señal de la cruz y les decía, "cruz, cruz, aléjame del diablo y acércame a Jesús". Y así, mis amigos, dejé ir por meses a las invitaciones que me hacían para esas fiestas comunales y fliales que son las carnes asadas, donde se socializa porque se socializa, aunque no sepa uno encender el carbón.

8. Miles y miles mueren al mes en el mundo por causas de la diabetes. Millones y millones de pesos se gasta en el sector salud en tratamientos para ese tipo de enfermedad con sus variantes. Se gastaría menos, mucho menos, en la salud preventiva, en brigadas por todas lados, incluyendo en las escuelas, sobre la importancia del deporte y procurar ingerir alimentos balanceados, dejando en lo posible, fuera el azúcar y la sal. Sí, los alcoholes también. Y habremos de escuchar a quienes de manera irresponsable dicen: "sí, pero de algo tenemos que morir". Cierto, pero mientras tanto arruinamos a nuestros hijos o esposa, y los gastos que se tienen que hacer por la irresponsabilidad de no prevenir enfermedades.

9. No sé si fue Hipócrates o Galeno (dos grandes figuras de la antigüedad que se dedicaron a la medicna) quien dijo que la enfermedad persistirá si el enfermo no quiere dejar de ingerir lo que sabe que le hace daño. Y el dicho popular dice que "el que por su gusto muere, ni camposanto merece". Pero ni eso se puede, porque los gastos van a estar allí para hacer cooperacha, si eso es posible. Porque hay que apechugar y pagar.

10. Mi padre y madre principalmente se curaban con medicina tradicional. Pero cuando no había cura de esa manera, no ponían obstáculos ni pretextos y acudían con doctores, sea que lo conocían, o sea que fueran al Centro de salud que funcionaba de maravilla. Mi madre era muy precavida en eso. Cuando lo del Covid del 2020 y 2021 leía yo que algunas personas se resistían a la vacuna, entonces recordaba cuando mi madre, que no sabía leer ni escribir, nos decía un día antes que al día siguiente nos tocaba vacuna. Y con las tarjetas de vacunación en su bolsa, nos llevaba a todos agarrados de la mano, caminando por todo el bordo del canal Soliseño (ahora avenida Cantinflas) hasta llegar al centro de salud y cumplir con nuestra obligación y derecho de ser vacunados.

11. Me dicen que ahora el Dr. Eliseo Gordillo va a dar pláticas por televisión sobre la importancia de prevenir la diabetes. Y me alegra. Todos tenemos que hacer nuestra parte. Dicen que dice Eliseo que no le da tiempo para atender a los cientos de pacientes que buscan su ayuda profesional para curar los pies diabéticos. que así vía televisión podrá advertir que la diabetes es una enfermedad que deja ciegos, o sin piernas, ni riñones a quienes a tiempo ni hicieron caso. Y ya tarde andan buscando quien los cure. 






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