Elogios

1. Elogio de la lectura. Recuerda que antes de la lectura estuvo la escritura. Una se corresponde con la otra. Y antes de la escritura fue la prehistoria, la barbarie. 

2. Elogio a las personas de buen corazón. A esas que  se dan sin esperar nada. Que aunque no cosechen siguen sembrando. Son las que comparativamente se miran distintas a los indiferentes. Y hacen la parte que le corresponde a su alrededor para que haya paz y armonía. La vida no es un asunto de buenos y malos. Solo que los de buen corazón irradian luz.

3. Elogio de la derrota. No te humilla perder cuando participas. El verdaderamente perdedor es el que nunca hace nada y se especializa solo en criticar. El que participa y es derrotado. Insiste nuevamente bajo el riesgo de volver a perder. Porque ama lo que hacemos. E insiste nuevamente porque sabe que detrás de todo triunfo hay decenas o cientos de derrotas.

4. Elogio de la tecnología. No es ni buena ni mala. No es asunto de confusión moral. Es el avance en la ciencia. Es la suma de descubrimientos con invenciones. Todo tiempo tuvo sus adelantos científicos. Todo tiempo tuvo su cenit en lo que a tecnología se refiere. Y podemos empezar hablando de las máquinas simples, que fue de lo más alto en la tecnología de su tiempo.

5. Elogio de la perseverancia. Cuando se tiene un sueño, se trabaja para lograrlo. No puede ser de otra manera. Quizá no salga a la primera. Quizá no se alcance en el primer intento. O en los primeros diez o veinte. Perseverar es alcanzar la gloria. En todos los ámbitos. Sí, en ese que estás pensando, también.

6. Elogio de la soledad. El tanto ruido te recluye. Y es en la soledad donde realmente te conoces. En la compañía accionas en función del otro, de la otra. No eres tú aunque quieras. No puedes hablar con verdad total. Siempre hay algo que se esconde por las razones que sean. En la soledad te das cuenta exactamente si tienes conciencia de que existes o no. La compañía cuenta. La soledad mucho más para el conocimiento.

7. Elogio del cuerpo. No tengo otro de repuesto. Elogio mi edad, porque refleja lo que he vivido y lo que me queda por vivir. A veces me dicen: "envidio tu jubilación". Te la cambio por tu edad, es mi respuesta, no porque extrañe otra edad. Sino para que reflexionen que la riqueza de la vida es el día en que se manifiesta. Y no es en el pasado y tampoco en el futuro. Mi cuerpo es la nave de mi ser yo, para transitar en la existencia.

8. Elogio de la escuela pública. Ella me permitió ampliar mi horizonte. Me refiero a mi horizonte verbal que es exactamente lo que me permite concebir la amplitud del mundo con su tiempo y espacio. El aula vieja y humilde de la escuela donde pasé mis primeros años de estudiante en nada se diferencia del aula donde paso ahora algunas horas del fin de semana, con el mismo afán de comprender la gran ignorancia que tengo de todo lo que existe. Aquella era humilde y esta tiene cierta comodidad, cierto confort. El resultado es el mismo dentro de mí.

9. Elogio de no hacer nada. De pasarse el día entre evocaciones y sueños. En pensar en sí, en mí, en tí. En dejar que todo fluya como la corriente del río que se empuja a sí misma para llegar al mar. Hacer nada debiera ser en el extremo dejarse llevar por la muerte en la vida. Sin prisas ni cansancio. Sin apresurarse para acostarse ni para levantarse.  Caminar un poco y ver las flores del jardín ya es algo. Acariciar las plantas es hacer también. Pero pasemos por alto este hacer, como si no lo fuera. La nada es fundirse en lo que somos y experimentarla en vida.

10. Elogio de la amistad. Aunque tuviera una amiga o amigo. Siempre elogiaría la amistad como el saberse acompañado en este viaje. Aunque no la vea o lo vea. Y si ese amigo o amiga, por las razones que sean dejar de serlo, seguiría elogiando a la amistad en la posibilidad de tener de nuevo un amigo, una amiga, con quienes pudiera hablar incluso en los silencios.




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