Casa y cerebros vacíos

 1. A veces entramos a una casa vacía. Imaginemos que así lo ha estado por cinco, diez años. Y el deterioro es visible. De entrada el polvo, que quién sabe por dónde entra si las puertas y ventanas están bien cerradas. Y todo lo de adentro y fuera, sus paredes, los goznes, los muebles de madera, todo acusa un deterioro irreversible y en aumento.

2. Le toca quedar vacías, de entrada, a la casa de los abuelos y abuelas. Por cuestiones naturales mueren. O por inmovilidad son llevados a otras casas, principalmente de los hijos. Y esas casas, cuando regresamos a ellas, sea así después de algunos meses, notamos la diferencia.

3. ¿Que hay en los cuerpos que mantiene a raya el deterioro de las casas cuando las ocupamos? Pues algo que llamo vibraciones. Y tiene que ver con las risas, las voces, los gritos, la música que se escucha, las miradas como faros de luz, los pasos en los desplazamientos por todas partes, los abrazos y besos simples o de tornillo. Y más aún, los pensamientos, los sueños y anhelos.

4. Es decir, la casa no solo la habitan cuerpos como piedras inertes. Sino algo que podríamos llamar presencia de la esencia. Y esta sostiene todo lo que hay dentro de las casas: la madera de los muebles, la pintura de las paredes, la tela de las cortinas y de los muebles de sala. Todas las cosas que no tienen vida son sostenidas por las vibraciones de los seres vivos, en este caso por nosotros y las mascotas o animalitos de traspatio.

5. Una vez leí en un libro de filosofía, y era en el capítulo de Platón, (quien planteó que el mundo de las ideas era más importantes que el de las cosas) sobre un señor en Roma,  a quien le apodaban El Loco", o "El señor de las muñecas". El autor del libro, al pasar por su casa, vio que en los árboles del patio había cientos de muñecas usadas, que las encontraba en los botes de basura. Y por curiosidad un buen día fue a platicar con él, y le preguntó sobre su afán de coleccionar esos juguetes. Y la respuesta de él fue cintundente: que ellas -las muñecas- cuando salen de la fábrica son simples objetos de plástico. Pero luego de que fueron usadas en los juegos por las niñas o niños, llevaban ya impregnadas sus caricias, voces, y en general los sentimientos de ellos y ellas.

6. De manera semejante las casas. Cuando son desocupadas dejan de recibir todo lo que se desprende de quienes las habitan. Y ya en el recuento incluyo los olores que se desprenden de la cocina. Pero en esencia es todo lo que ya he comentado como voces, risas, gritos, gemidos, quejidos, movimientos al interior. Y luego, ya vacías, las cucarachas, las arañas y otros animales hacen sus nidos, y el deterioro viene más rápido, y con el paso de los años se hace más evidente.

7. La casa de los abuelos antes fue casa de los padres. Allí correteaban los hijos, allí se abrazaron a su madre y padre, en ocasiones de alegría, en otras para encontrar apoyo, consuelo o respaldo en sus cuitas. Quizá antes allí fueron concebidos. En sus patios se escuchó la algarabía de las fiestas, con sus piñatas o carnes asadas. Luego, al emigrar los hijos, ya adultos, sea por estudiar fuera del estado, o porque ya se casaron, los padres fueron quedando solos, pero la casa seguía de pie y con movimiento aunque fuera menos.

8. Pero luego volvió el movimiento ya ahora recargado con la presencia de los nietos, algunas ocasiones los fines de semana, luego en las vacaciones, o en alguna noche en que los padres querían hacer vida de solteros. Y para contento de los abuelos los nietos correteaban por todos lados.  Y la casa, con su memoria incomprensible para nosotros, seguía recordando con la presencia y griterío de los nietos, a sus padres cuando eran chicos. Y la casa se seguía nutriendo de esos elementos que le dan vida: movimiento, palabras, risas.

9. La casa vacía es uno de los rescoldos mayor de la vida. La casa con sus divisiones tiene sus historias no contadas. Las recámaras con los insomnios, el sexo con o sin amor y los sueños; el baño con lo correspondiente a expulsar desechos que los cuerpos no requieren y la limpieza acaridora de la espuma delnjabón y el agua; la cocina con sus aromas de mezclas, la sala de estar con el bisbiseo de la televisión, y las tantas pláticas con sus historias o secrecías, el patio con la algarabía de las fiestas, o el sexo adolescente a escondidas entre los árboles. Cada espacio, para la función correspondiente, tiene las historias particulares. 

10. Sea la casa vacía el pretexto para hablar de nuestro cerebro. Lo peligroso que en vida sea abandonado como casa vacía.Y el ferviente deseo que haya siempre la palabra por salir, metas por alcanzar, sueños y anhelos por cumplir, amores por conquistar. Que permanezca encendida la chispa que alentó a la vida por cambiar el entorno. Que la diferencia entre un cerebro ocupado y uno vacío sea como las casas vitales y abandonadas. En el caso del cerebro donde radicamos, la indiferencia ante lo que sucede alrededor es el acelerador de la decadencia. 

11. Para mantener vital el cerebro y no vacío sueñe, planeé, anhele, ame, camine, sueñe, viaje, cultive un rosal para las rosas, platique, escuche, ría mucho. Y haga más cosas que se le ocurran.

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